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crítica: 'Dylan Dog: Los muertos de la noche'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pesadilla para fans

Creado por el guionista Tiziano Sclavi, Dylan Dog es un triunfo de la imaginación posmoderna. Protagonista de su serie de tebeos de terror en la editorial italiana Bonelli, Dylan Dog luce el rostro de Rupert Everett: su secretario es una suerte de Groucho Marx revivido y en sus aventuras se pueden cruzar, sin complejos, el mito del Golem y el argumento de Terminator, ante la mirada de secundarios tan delirantes como un rabino interpretado por el mismísimo Woody Allen. En 1994, Michele Soavi llevó al personaje a la pantalla en Dellamorte, Dellamore —aquí titulada Mi novia es un zombi—, capturando toda la fuerza imaginativa y la poesía extraña del original. No sucede lo mismo en esta adaptación estadounidense de Kevin Munroe, que es fiel al espíritu del tebeo al canibalizar referentes sin prejuicios —de True blood a Underworld, pasando por Crepúsculo—, pero devalúa el material bajo las formas de un producto que, en otros tiempos, hubiese ido directo al mercado del vídeo.

Dylan Dog: Los muertos de la noche

Dirección: Kevin Munroe.
Intérpretes: Brandon Routh, Anita Briem, Sam Huntington, Taye Diggs.
Género: terror. EE UU, 2011.
Duración: 107 minutos.

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