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Hamlet es ciencia ficción

Will Keen dirige un Hamlet “desnudo” para Alberto San Juan y excepcionales actores, con el que Mario Gas se despide de su etapa al frente del Teatro Español

Ensayo de 'Hamlet' en el Teatro Español, con Alberto San Juan
Ensayo de 'Hamlet' en el Teatro Español, con Alberto San JuanGorka Lejacegi (EL PAÍS)

El origen de este Hamlet, que enfrenta por primera vez al poliédrico Alberto San Juan al personaje más representado de Shakespeare, está en un taller que sobre el dramaturgo británico hizo el británico Will Keen, más conocido como impresionante actor, habitual de Declan Donnellan y otros renombrados directores británicos. A San Juan le llamó la atención la forma de trabajar de Keen: “Afrontaba el problema principal del teatro, que es que haya vida, y la búsqueda de esa vitalidad se basa en la escucha y en la relación con el otro”, dice el actor quien generó una relación personal con Keen, a través de la actriz Cecilia Solaguren. De hecho ellos tres interpretaron Traición, un Pinter que pasó hace poco por el Teatro Español, bajo la dirección de María Fernández Ache, quien en este Hamlet comparte responsabilidades de dirección y se ha encargado de la traducción.

Hamlet siempre está en el cajón de los deseos de toda persona que se dedique al teatro y, durante un par de años decíamos ‘estaría bien hacer Hamlet’ y decidimos trabajar sobre este texto, sin saber cuándo lo montaríamos, ni con quién, ni cómo y Mario Gas nos ofreció producirlo y asumió el proyecto como propio”, cuentan actor y director de este proyecto que cuando se estrene el día 12 (y hasta el 29 de julio) en las Naves del Matadero, dependientes del Teatro Español, será el último espectáculo de la etapa de Gas al frente del coliseo madrileño, donde a lo largo de ocho años ha revitalizado, como no había ocurrido antes, el teatro de esta ciudad con propuestas marcadas por el eclecticismo y la calidad.

Ensayo de 'Hamlet' en el Teatro Español
Ensayo de 'Hamlet' en el Teatro Español Gorka Lejacegi (EL PAÍS)

Siempre llegan a los ensayos, junto al resto del impresionante reparto, puntuales, algunos en exceso. Por allí están Pedro Casablanc, Yolanda Vázquez (inmensa actriz, siempre reclamada por los mejores teatros británicos y desconocida en España), Ana Villa, Antonio Gil, Secun de la Rosa, Pablo Messiez, Javivi Gil Valle y Pau Roca. Se mueven relajados y los ensayos no empieza con ninguna escena, sino Antonio Gil, responsable de movimiento y reconocido actor internacional, desde hace años habitual en repartos de grandes gurús de la escena, como Peter Brook o Simon McBurney, con los que ha trabaja tanto en francés como en inglés. Gil también interpreta varios personajes, componiendo un binomio fantástico con el actor Secun de la Rosa, convirtiéndose en una curiosa e hipnotizadora pareja de personajes shakespearianos.

Inician ejercicios, también Keen y Fernández Ache y abordan posturas, que de no saber que buscan agilizar alguna parte del cuerpo, son absolutamente ridículas, y unos suspiros y jadeos, que para ellos son liberadores, pero escuchados en frío son casi agónicos.

Mientras que de San Juan, en España, se sabe como ha sido su trayectoria desde los orígenes de Animalario, grupo que fundó con Andrés Lima y donde siempre ha permanecido, hasta su brillante carrera cinematográfica, de Keen en este país tan sólo se conocen dos trabajos con Donnellan (The Changeling y Macbeth) y su primera actuación en la versión que de Cuento de invierno hiciera José Sanchis Sinisterra. Antes de protagonizar numerosos espectáculos en las más destacadas compañías y en los más reputados teatros británicos, europeos y de Estados Unidos, estudió literatura inglesa en Oxford University, especializándose en Shakespeare.

“Quería ser actor desde muy joven, pero estudie Shakespere y tuve una base académica; en Inglaterra hay un desfase entre el academicismo y la representación, dos vertientes que se dan la espalda”, señala Keen, hoy agradecido por su formación: “Pero cada vez la reverencio menos, la educación y formación más completa para trabajar Shakespeare es trabajar en el Globe, donde actores y público comparten la misma luz, con ausencia de escenografía, donde lo primordial es la palabra y donde los espectadores, de pie e incómodos, están presentes en la acción”.

Hablan de Hamlet entre ellos y cuentan como es inevitable que este trabajo no produzca vértigo: “A mí, por pura inconsciencia, me da placer…, es como cuando se conoce a una mujer única; me he lanzado no porque piense que domine el asunto, sino por lo apetecible de participar del juego”, señala San Juan en presencia del director, quien añade: “Es una obra tan grande, que sabes de antemano que no vas a hacer todo, solo tratas de ser lo más fiel que puedas ser, a la vida y tener coherencia”.

San Juan habla entusiasmado del personaje: “Lleno de contradicciones, incoherencias, dudas, es demasiado humano para un mundo que se rige por la dinámica de la lucha del poder, es tan imposible abarcarlo que eso me libera, hay características de él que no son fáciles para mí, como su torrente intelectual, su enorme conciencia sobre la existencia, el sentido de la vida, de la muerte, intento acercarme a él, pero no me agobia la necesidad de alcanzar una meta”.

Keen afirma que Shakespeare es ciencia-ficción: “Es siempre cercano, lo tratamos como un contemporáneo atemporal; es la reimaginación del presente por otra lente; no quiero hacer arqueología, ni saber cómo pensaban entonces, vale la pena hacer esto si se cuenta como es el hoy”, señala Keen de lo que el cree que es la tragedia de una venganza: “Un tema que obsesionaba en esa época…., y ahora”.

“Elsinor es un lugar violento y eso obliga a una alerta muy grande”, dice San Juan, “Will nos pide dos pautas, una, escuchar cuando habla el otro, otra, no saber nunca lo que va a ocurrir a continuación”. Y el Keen añade: “El peligro del actor es saber el final, sólo estará bien cuando acepte que no tiene control sobre lo que hace”. San Juan dice que el control es lo contrario a la libertad: “Los sistemas políticos, con el deseo de control, matan la vida y Shakespeare habla de eso”.

A Keen le sigue fascinando que el autor consiguiera escribir una obra con lucha de espadas, fantasmas, sangre, mucho humor, que gustaba a las clases populares y con muchas lecturas posibles: “Todo el contenido filosófico está contenido de manera muy activa y dinámica, en Shakespeare las comedias son muy trágicas, y las tragedias tienen algo grotescamente gracioso”.

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