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crítica: '¡por fin solos!'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Regreso desalentador

Una imagen de '¡Por fin solos!'
Una imagen de '¡Por fin solos!'

Cuando Lawrence Kasdan debutó en la dirección con Fuego en el cuerpo (1981), caligráfica puesta al día del noir con femme fatale, resultó legítimo pensar que ese proyecto de un nuevo Hollywood adulto, alentado por la generación de Coppola, Bogdanovich, Ashby y Scorsese, no estaba del todo perdido. Kasdan también ejercía de guionista estrella al otro lado de la balanza, aportando solidez narrativa y sentido lúdico a esos blockbusters de Spielberg y Lucas que dirigirían la atención de la industria hacia el mercado adolescente. La posterior carrera del cineasta reafirmó esa primera impresión, a pesar de que, con el tiempo, los títulos menores —Te amaré hasta que te mate (1990), French Kiss (1995)— se fueron alternando con las propuestas ambiciosas que distinguían el sello Kasdan.

Hubo quien se quedó con mal sabor de boca frente al anterior trabajo como director de Kasdan: El cazador de sueños (Dreamcatcher) (2003), adaptación de un libro de Stephen King que tenía el mérito de tomarse su material de partida —incluso en sus detalles más excéntricos e insensatos— con el rigor y la seriedad de quien está trasladando a la pantalla un gran clásico. ¡Por fin solos!, el nuevo trabajo del cineasta, parece diseñado para soliviantar a los pocos que apreciaron el disfuncional atractivo de El cazador de sueños. Aquí, Kasdan coescribe el guión con su esposa Meg: el único trabajo previo del tándem fue Grand Canyon (1991), un sofisticado mosaico humano sobre el miedo a vivir en Los Ángeles (y, por extensión, en toda megalópolis) que en nada permitía adelantar la meliflua propuesta de ¡Por fin solos!

'¡Por fin solos!'

Dirección: Lawrence Kasdan. Intérpretes: Kevin Kline, Diane Keaton, Richard Jenkins, Dianne Wiest, Elisabeth Moss, Mark Duplass.

Género: Drama. Estados Unidos, 2012.

Duración: 103 minutos.

Los Kasdan convierten la búsqueda de un perro perdido en funcional situación dramática para que una pareja de mediana edad ajuste cuentas con la erosión del afecto. A su alrededor, una supuesta hechicera gitana y un advenedizo en la familia aportarán un forzado contrapunto de ligereza a un conjunto tan relamido, innecesario y aparatoso como una porcelana Lladró. Es difícil de entender por qué el cineasta ha vuelto con material tan débil.

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