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ENTREVISTA

César Antonio Molina: “El lector es el gran olvidado de la literatura”

El exministro de Cultura publica el quinto tomo de sus memorias de ficción A partir de octubre dirigirá La Casa del lector, en el Matadero de Madrid

Cesar Antonio Molina, en el Hotel de las Letras, el pasado 18 de mayo.
Cesar Antonio Molina, en el Hotel de las Letras, el pasado 18 de mayo.GORKA LEJARCEGI

Toda una vida anotando citas, recuerdos, pensamientos e ideas sin saber para qué hasta que un día, en el umbral de su 50 cumpleaños, Cesar Antonio Molina (A Coruña, 1952) echó la vista atrás y vislumbró un largo recorrido a sus espaldas; miró después hacia delante y vio que quedaba menos. “Sentí la necesidad de reflexionar sobre todo ese tiempo y las cosas que se habían acumulado en mi memoria, las lecturas, la música, los lugares, las películas, los museos, los países y los personajes que he ido dejando en el camino”. Así nacen, en 2002, las memorias de ficción de este poeta gallego, escritor, exministro de Cultura en el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, profesor de Humanidades y Comunicación en la Universidad Complutense, exdirector de instituciones culturales como el Instituto Cervantes o el Círculo de Bellas Artes y, ahora, director de la Casa del Lector. Donde la eternidad envejece (Debate) es el quinto tomo de esta colección de viajes, memorias y ficciones.

El eje temático de este libro es el tiempo, la eternidad, las invenciones del ser humano para tratar de vencer al tiempo y perpetuarse, ¿Pero cómo desafiar al tiempo? “Los hombres nos inventamos la Cultura para engañar, sobrevivir y permanecer a través de los años y de los siglos intentando esquivarlo. Competir con él es un consuelo para la propia vida”, explica Molina en la cafetería de un hotel de la Gran Vía madrileña. Habla con miedo de que sus recuerdos y los saberes adquiridos puedan ser arrebatados por ese tiempo temido. “La memoria es muy importante para un escritor, por eso estos libros son como si mis propios ojos fueran una cámara de cine y hubieran grabado a lo largo de mi vida imágenes e imágenes”.

Donde la eternidad envejece es un viaje sin otro transporte que la Cultura y la historia de los propios lugares. Molina viaja a Roma y en la misma página se encuentra con Séneca, pasea por los decorados donde rodó Fellini y entona un canción de Lucio Dalla; en Nueva York visita la tumba del padre de Moby Dick, Herman Melville, recuerda a un Stanley Kubrick fotógrafo y al pintor alemán Otto Dix; en Argentina visita la ciudad de Rosario, por donde pasaron Federico García Lorca, Darwin o Juan Pablo II, y pasea con Bustos Domenecq, un autor ficticio con el que firmaron varias obras colaborativas Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. El poeta no distingue de épocas sino de lugares, y los personajes que pasaron por ellos convirtiéndolos en eternos: “Todos los tiempos y todas las épocas son tu propia época, todos los autores con los que puedes dialogar son tus contemporáneos. Ellos son mis grandes compañeros de viaje, me guían y yo piso sus huellas”.

El libro electrónico no es ningún Dios"

Así es como el autor visita sus lugares y sus memorias, acompañado por sus grandes pasiones: la lectura y la escritura. A través de estos caminos Cesar Antonio Molina ha ido haciendo el gran viaje de su vida, conociendo los oficios de la Cultura desde muy joven cuando empezó a escribir en los periódicos, luego hizo una parada en la docencia, la gestión cultural, el Ministerio, la escritura, las conferencias… ¿Dónde se quieren instalar los eternos viajeros? “Ninguna faceta ha sido más importante que otra, cada labor ha tenido su enseñanza y cada cosa ha sido extraordinaria en sí misma. Eso sí, ha habido una que las ha unido a todas ellas: la escritura. Antes y después siempre ha estado ahí conmigo, y es la que va a dejar la memoria de cada una de las paradas de mi vida”, apunta el escritor.

En su nueva aventura como director de la Casa del Lector, cuya inauguración está prevista en el Matadero de Madrid el próximo mes de octubre, el poeta gallego pretende ensalzar la figura del lector, a quien considera el gran olvidado de la historia de la literatura. Molina defiende que el lector, entendido como consumidor de todas las artes, es tan artista como el creador. “Es su mejor interlocutor y nunca se ha escrito una historia sobre los lectores, que siempre ha sido gente que pasa desapercibida. Muchos de los grandes lectores son los propios escritores: Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Octavio paz, Borges, Cernuda, Guillén… Ya tenemos una gran lista posible de grandes lectores. Pero luego están los anónimos, y tenemos que dar, como último paso, el reverso de la lectura y verla desde el punto de vista del lector. La biblioteca de un lector o de un escritor es fundamental, la mía es trascendental porque es la que ha conformado mi manera de ser, de entender el mundo y mi forma ética de actuar”.

Mientras habla de bibliotecas y de su importancia en la historia del pensamiento, la filosofía y las artes, Molina mantiene la vista fija en un iPad que graba la conversación sobre la mesa. Apunta, con cierto recelo, que para que el libro sobreviva también hay que adaptarse a las nuevas tecnologías, y mira hacia la tableta mientras habla de la nostalgia del libro, de su olor y sus páginas que envejecen y amarillean al tiempo que el lector, y del objeto físico como obra de arte. “No debemos caer en la idolatría de los objetos porque el libro electrónico no es ningún dios, la lectura sobre el soporte que sea, conlleva siempre el mismo ritual: silencio, atención, reflexión e interpretación. Ese es el legado que los siglos nos han dejado y que tenemos que salvar”. Molina es reacio a convertir en virtual su biblioteca, quizás por melancolía, quizás porque teme que otro, como él mismo haría, no pueda desvelar sus secretos a través de ella.

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