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San Isidro 2012 | Decimosexta corrida de feria

El misterio de la emoción

Ymbro/Flores, Jiménez, Adrián. No hubo emoción. Novilleros experimentados, novillos dificultosos y mucho aburrimiento

Antonio Lorca

Valga el ejemplo: retransmiten por televisión un partido de rugby del Torneo Seis Naciones. Pongamos que juegan Escocia y Francia. Sesenta mil personas abarrotan el estadio escocés. Llueve; mejor dicho, diluvia. Cae tanta agua que no se distinguen la pelota ni el color de las camisetas de los jugadores embarrados hasta la coronilla. Da igual el resultado, pero el comentarista insiste una y otra vez en que, a pesar del tremendo aguacero, no se ha movido un alma de su asiento. Los primeros planos muestran los cuerpos empapados de los aficionados, pero todos permanecen firmes con las palpitaciones dibujadas en sus caras.

Pongamos ahora que se celebra una novillada en la plaza de las Ventas. Un novillo encastado no se cansa de embestir una y otra vez; el joven torero consigue dos tandas, una por cada mano, con entrega y ligazón, y parece por un momento que ha domeñado la violenta embestida del animal. Pero no surge la chispa, no vibran los tendidos. Tanto es así que en un segundo se deshace la ilusión y el recuerdo se olvida con facilidad.

Lo que ocurría en Escocia era emoción a flor de piel. ¿Por qué no consiguió emocionar Sergio Flores en ese primer novillo, encastado y brusco en sus andares, cuando enjaretó dos tandas sobresalientes? Un misterio.

OVACIÓN: Tres toreros de plata, en el cuadro de honor, José Luis López 'Lipi', Jesús Aguado y Raúl Adrada, por su meritorios pares de banderillas.

PITOS: Decepción del hierro de Fuente Ymbro; no se aprobó la novillada completa y suspendieron los tres lidiados.

La emoción, al menos en los toros, es el producto de un conjunto de factores que no tienen medida, y que surge como algo mágico cuando se mezclan, por ejemplo, la fijeza, la nobleza, la templanza y la codicia de un animal con la clase, la personalidad y la calidad de un torero. Nada de esto sucede en el mundo del rugby, y todos llegaron a sus casas chorreanditos a causa de la dichosa emoción.

Quizá, lo que le falte a Flores, un joven muy toreado y con condiciones, sea esa personalidad que te hace singular, diferente y sorprendente. Si toreas como los demás, aunque demuestres experiencia, no provocas nada. Aun así, domina con facilidad el capote, tiene valor y se sobrepuso a una tremenda voltereta en el dificultoso cuarto.

Ymbro/Flores, Jiménez, Adrián

Cuatro novillos de Fuente Ymbro, -el cuarto, devuelto-, bien presentados; encastado y violento el primero; bravo y brusco el segundo, y peligroso el tercero. Quinto y sexto, de Navalrosal, mansos y sosos; el sobrero, de Ruiz Román, deslucido.

Sergio Flores: media estocada (ovación); estocada tendida, _aviso_ cinco descabellos y el novillo se echa (silencio).

Javier Jiménez: pinchazo, estocada _aviso_ y dos descabellos (ovación); dos pinchazos _aviso_ pinchazo y el novillo se echa (silencio).

Fernando Adrián: dos pinchazos, estocada tendida y un descabello (división); pinchazo y estocada (silencio).

Plaza de las Ventas. 25 de mayo. Decimosexto festejo de feria. Tres cuartos de entrada.

Algo parecido le ocurre a Javier Jiménez, que da la impresión de que aprendió a dar pases antes que a andar. Tampoco fue bueno su lote, y él, valeroso y bullanguero, no se arredró ante las dificultades; pero su toreo no emociona. Y mira que lo intentó, sobre todo ante el sosote quinto, al que le robó una tanda de derechazos de buena factura. Pero no hubo más.

El tercer novillo llegó a la muleta con mucho genio y mala casta, y puso en serios aprietos a Fernando Adrián, que acabó pronto con el marrajo. Otro, en su lugar, hubiera planteado una lucha sin cuartel y quién sabe si él era hoy el protagonista. Pero el novillo era malo de verdad, y soso y parado el último, con el que solo pudo mostrar buenas intenciones.

Lo triste es que no hubo emoción. Novilleros experimentados, novillos dificultosos y mucho aburrimiento. Y lo extraño es que la emoción la produzcan unos tíos como castillos bañados en barro, mientras sesenta mil personas, empapadas hasta el alma aguantan hasta el último segundo para ver si el melón entra o no entra. ¿Es un misterio o no esto de la dichosa emoción?

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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