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CÁMARA OCULTA
Columna
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"El público recibió en pie con una larga ovación la película 'Yo y tu', de Bernardo Bertolucci"

El público recibió en pie con una larga ovación la película Yo y tu, que Bertolucci ha presentado fuera de concurso en el festival de Cannes, donde el año pasado recibió una Palma de oro honorífica por el conjunto de su carrera. Llevaba el director diez años sin ponerse detrás de una cámara por culpa de una dolencia que le ha reducido, al parecer ya para siempre, a una silla de ruedas. Diez años que hemos estado sin el talento de uno de los más grandes del cine italiano, y más de veinte que él no rodaba en su propio país y en su lengua. Este regreso ha sido en cierto modo una vuelta a sus orígenes, en una película pequeña, de apariencia simple, pero en la que abundan las incógnitas y los juegos. Dos adolescentes, mediatizados por una sociedad que no les entiende, como ya sucedía en otras películas de Bertolucci, camuflados en los subterráneos de la casa en la que viven, donde el inconsciente adquiere significado, es el punto de partida de una propuesta en la que incluso aparecen guiños cinéfilos, muy propios del autor. La devoción y el respeto con que fue aclamado en Cannes deberían animarle a acometer nuevos proyectos, quizás no de la envergadura de las grandes producciones que en su día le coronaron internacionalmente, algo que probablemente su estado físico ahora no le permitiría, pero a no dejar en el tintero esos proyectos que ha imaginado durante los años de doloroso retiro.

En este festival donde convergen tan fácilmente el fraude artístico con la capacidad auténtica, lo novedoso con lo clásico, llaman especialmente la atención las películas pequeñas realizadas sin pretensiones ni soberbias. Es, desde luego, el caso del Yo y tu, de Bertolucci, pero también de las películas de Ken Loach o Michael Haneke, por citar sólo un par más. Quizá no sean las mejores de sus directores, todos de dilatada carrera, pero reconforta ver un cine que nace del compromiso personal, la inteligencia y el saber hacer. Hay tantos filmes que parecen destinados exclusivamente al consumo ficticio de festivales, que la merecida ovación que recibió Bertolucci podría entenderse también como destinada al trabajo de otros cineastas que, como él, desean comunicarse con el público antes que mostrar su presuntuosa autoría. La emotiva ovación a Bertolucci celebró su recuperación como director de cine, la de un creador que nos hace falta.

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