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Bruce Springsteen invita a la vida en los duros tiempos de crisis

El músico arranca mañana su gira europea en Sevilla con mucho papel por vender

Fernando Navarro
Bruce Springsteen y Steven Van Zandt, durante la prueba de sonido.
Bruce Springsteen y Steven Van Zandt, durante la prueba de sonido.PACO PUENTES

“Estamos vivos, / y aunque nuestros cuerpos yacen abandonados / aquí en la oscuridad, / nuestros espíritus se elevan / para llevar fuego y encender la chispa / para pelear hombro con hombro / y corazón con corazón”. Esta estrofa de la última canción del último disco de Bruce Springsteen resume el discurso que este músico lleva defendiendo y compartiendo con su público desde hace 40 años. Un discurso que habla de identificación con la vida, sentido de comunidad y fe en los sueños para salir del pozo. Es el alegato del rock’n’roll triunfal de Springsteen, que mañana arranca su gira europea en Sevilla y luego pasará en España por Las Palmas, Barcelona, San Sebastián y Madrid.

Pero, lejos de estar en su casa viviendo de las rentas, quiere seguir manteniendo el aura de viejo rockero en la brecha con algo que decir. Lo consigue como pocos. Esta tarde, vestido con sus vaqueros y camiseta negra, ponía a punto el sonido de su banda ante la expectación de los periodistas. Donde otros cumplen mejor o peor el papel de intérpretes, Springsteen consigue convencer al oyente de que lo suyo es un asunto personal. Mejor aún: te convence de que también es tu asunto personal. El escritor Richard Ford, quien tomó prestado de una de sus canciones el título de su novela El día de la independencia, lo describió como “ese momento fugaz, muy personal, de imágenes y palabras mías que en realidad no lo son”. Se refería al instante en que por primera vez conectó con las composiciones de Springsteen, que calificó de “pequeños himnos”. Curiosamente, Ford se halla entre los escritores predilectos del cantante, quien aspira con sus canciones a lo que el novelista dice que intenta hacer con su literatura: “Ennoblecer nuestro sentido de la vida”.

Para esa aspiración, la diferencia del Springsteen de antes con el de la última década es que busca poner voz a causas donde al principio bastaba con ser él mismo y mirar a su entorno. Bien sea con el 11-S en The rising, la Administración de George W. Bush en Devil & dust y Magic o la crisis económica en Wrecking ball, ahora necesita de una motivación externa.

Para los nostálgicos o sus detractores, esta situación ha llevado a perder la inspiración al músico que, como escribió el crítico Dave Marsh, era la “culminación viviente de la tradición del rock”. Pero, para el autor de Born in the U.S.A, EE UU también es asunto suyo, tal y como demostró apoyando a Barack Obama y al también senador demócrata John Kerry.

Conocedor como nadie de la mística del rock, Springsteen ha abordado siempre los sentimientos desde el sentido de la responsabilidad. Dice estar indignado de lo que sucede en su país y señala con su guitarra rabiosa a los “buitres avariciosos de Wall Street”. ¿Recurso fácil e interesado? Puede ser. Pero también puede que se crea a Howard Zinn, el historiador que le marcó para Nebraska, cuando dijo que “no se puede aceptar como algo propio la memoria de los Estados” y, por tanto, “la tarea de la gente pensante, en un mundo de verdugos y víctimas, es no ponerse nunca en el lado de los verdugos”. Su siguiente paso será hacer de su indignación un asunto también del oyente. O, como canta en We are alive, esa última canción, convencerle de qué lado está y recordarle que aún “estamos vivos”.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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