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La exquisita elegancia de un habitante del Madrid más canalla

Se inaugura la exposición 'Vitín Cortezo: del auto sacramental a la vida perdularia', en el Centro Dramático Nacional

Escenografía para 'La loca de Chaillot'
Escenografía para 'La loca de Chaillot'

El pintor, ilustrador, figurinista y escenógrafo Víctor María Cortezo, al que todos sus amigos solo llamaban Vitín, es uno de los más brillantes creadores escénicos del siglo pasado y un obligado y necesario punto de referencia en el arte del figurinismo teatral.

Así lo ha entendido el Centro Dramático Nacional que, con el impulso de su anterior director, Gerardo Vera, y la complicidad del actual, Ernesto Caballero, inaugura hoy la exposición, montada por el Museo Nacional del Teatro y comisariada por su director, Andrés Peláez, Del auto sacramental a la vida perdularia en el Teatro Valle-Inclán de Madrid, un título que refleja perfectamente cómo la vida y la obra de Cortezo recorría a diario, y en pocas horas, lo más excelso del arte y el Madrid más canalla.

Nacido y fallecido en Madrid (1908-1978), estuvo siempre seducido por los ilustradores tardomodernistas y los dibujantes de Vogue, Harperʹs Bazaar o Vanity Fair. En 1931 expone sus primeras obras en la sala El Heraldo, de Madrid, donde conoció a Federico García Lorca, Adolfo Salazar, Luis Escobar y Carlos Morla.

Poco después viajó por toda Europa y conoció lo que sucedía fuera de nuestras fronteras, desde el surrealismo francés hasta el expresionismo alemán, así como a las grandes figuras de la cultura de esa época. En 1936 regresa a España, y expone en la Biblioteca Nacional, en Madrid. Era la época en que Luis Cernuda le llegó a dedicar un poema.

Su primera incursión en el mundo teatral fue Mariana Pineda de Lorca, dirigida por Manuel Altolaguirre para el II Congreso de Intelectuales y Escritores Antifascistas celebrado en Valencia en 1937. Su actividad como escenógrafo y figurinista fue intensa e ininterrumpida, participando en más de 170 montajes, de los cuales unos 155 eran obras de teatro y el resto óperas, zarzuelas, revista y bailes.

Peláez recuerda que los directores con los que más trabajó fueron Luis Escobar y Huberto Pérez de la Ossa, en la década de los cuarenta, la más dura en el franquismo: “El consiguió que no le encarcelaran ni fusilaran porque estuvo protegido por Escobar, monárquico, falangista y gran hombre de teatro, al que el régimen no tocaba”.

A Vitín lo admiraba muchísimo el fotógrafo y diseñador británico Cecile Beaton (que hizo el vestuario de My Fair Lady), y también Erté, el pintor y figurinista de origen ruso, quien vino a España para exponer en la sala Juana Mordó, y lo primero que preguntó fue por Cortezo. “Quiso tener un encuentro con él, pero Vitín contestó ‘que él a viejas damas no las recibía’, haciendo uso de su popular lengua vitriólica; a quien respetaba de manera reverencial fue a José Zamora”, cuenta Peláez.

Colaboró, como se aprecia en la exposición, con José Tamayo, José Luis Alonso, Miguel Narros, Cayetano Luca de Tena, Gustavo Pérez Puig, José Osuna y Ángel Fernández Montesinos y aún hoy es el escenógrafo y figurinista que más veces ha colaborado en el Teatro María Guerrero y en el Teatro Español.

Peláez sostiene que se rió de toda la censura franquista, que estaba más pendiente de los escotes y los muslos de las artistas que de un vestuario que era un guiño, como en La cena del rey Baltasar, en pleno 1939, que hace una especie de music hall, con trajes de lamés dorados del cine mundo. “Su gran aportación e innovación fueron los nuevos materiales que aportó a la hora de construir vestuarios, como el mimbre, el corcho, estameñas [telas de sacos y estambres]”, dice Peláez quien afirma que es imposible olvidar que fue todo un personaje clave en la noche madrileña. “Tuvo que luchar contra una familia muy burguesa, pero era conocido en la noche más canalla, se salvó de la persecución franquista sin bajar la cabeza, algo insólito”.

“Vitín es uno de los precursores de la modernización del figurinismo en nuestro teatro, lo que supone la consideración del vestuario como elemento importantísimo de apoyo a la dramaturgia”, apunta Narros, mientras Nieva afirma: “Desengañado de todo, Víctor María Cortezo, fue por todo el teatro, por el teatro mismo, generosamente, gratuitamente. El teatro fue su vida y no su estrategia para vivir, y se rió de quienes solo veían en él a un figurinista; no se sabía, ni quería saberse, que muchas noches de teatro le debían todo su prestigio visual, porque habían sido imaginadas por él en su totalidad”. Otro reconocido figurinista, Pedro Moreno, señala que Víctor María Cortezo fue, sin duda alguna, un referente imprescindible para el mundo del teatro español: “Sigue en plena vigencia toda su obra. No hay más que ver esta exposición. Para mí siempre ha sido un grandísimo artista, un rompedor, con un talento y un buen gusto difíciles de superar”.

La exposición, que ofrece 250 dibujos, desde el año 1939 hasta 1977, que hace su último trabajo para La detonación, de Buero Vallejo, además de diversas actividades paralelas, está diseñada por el director Salva Bolta y permanecerá en el Teatro Valle-Inclán del 11 de mayo al 16 de junio, y en Almagro (Ciudad Real), del 5 de julio al 12 de octubre. Después está previsto que viaje a Sudamérica.

'Amigos: Víctor Cortezo' de Luis Cernuda

Lo bueno, si breve, bueno dos veces.
¿Es cierto? Tal vez. Pero no siempre.
Una vez en tu vida cierto fuera:
Una amistad breve y dichosa,
Tan breve y tan dichosa
Como, al lado del mar, trago de aire salado,
Como el blancor que brota la rama del peral en junio.
Bastante más de veinte años hace ahora.
Ocurrió en un solsticio de verano,
Cuando en su tierra y en la tuya
(V. C., tu amigo, es uno de esos españoles admirables
Compensando que tan poco admirables sean los otros)
Otra guerra civil os suicidaba.
Bienhumorado, sólo su pronta risa
Y simpatía generosa,
Firmes, constantes siempre
(Espadas bien templadas
Que para el juego deportivo sirven
Igual que en la defensa),
Para ti transformaron e hicieron tolerables
Esos odiosos días.
A diario, en el hotelucho
En que ambos parabais,
Oías a medianoche
El ascensor, subiendo
Al piso donde algún sacripante del Partido
Subía a por nueva víctima.
Él mismo, una mañana
No se hallaba en su cuarto
De donde le llevaron cuando la madrugada
Peregrinaste en su busca
Delegaciones, oficinas innúmeras,
Desesperando por su vida,
Sujeta, como todas las vuestras,
A aquella muerte entonces
Más que ordinariamente perentoria.
Y lo encontraste luego vivo,
De regreso en su cuarto,
Saludándote con un dicho risueño,
Uno de aquellos que solía
Regalarte, precioso
Entre tanta desolación, temores tantos.
Un polizonte desde entonces,
A espera abajo, en el vestíbulo,
Seguir solía afuera vuestros pasos.
Cuán fácilmente tú aceptabas
El don de su amistad, su compañía,
Sin maravillarte ante ellas,
Como lo milagrosamente natural se acepta, sin asombro.
Hoy, cuando el tiempo ha pasado, lo recuerdas,
Percibiendo el asombro entonces no sentido.
Por eso le das gracias y disculpas.
Cómo el recuerdo afectuoso
Hacia el amigo ausente o ido
Bien raro es que tarde vaya
A lo pasado. Éste tuyo de ahora
Esperas que compense,
Para él, tu silencio de entonces.
«Gracias, amigo», dices. «Bien te vaya
Donde quiera que estés y te acompañe
Dios, si es que quiere».
Que tu recuerdo siempre le sonría,
Tan lejos tú, a este amigo que ahora
Escribe para ti, tardíamente, estas palabras.

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