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Mandan

David Trueba

Vale la pena detenerse en los gestos amenazantes que rodean a los medios de comunicación públicos. Azuzados siempre de palabra con el cierre, especialmente los autonómicos, luego los actos van por caminos bien distintos: la utilización partidista. Si esta semana nos alerta la conmoción porque los políticos sean capaces de dar marcha atrás en los avances en favor de la transparencia en RTVE, no está de más acercarnos al cese de la directora de TV-3, el canal público catalán. Al poco de las elecciones autonómicas, Mònica Terribas, en su doble función de directora del canal y periodista, sometió al nuevo president Mas a uno de sus interrogatorios tan exigentes como necesarios. Para muchos, aquello fue un riesgo profesional que pagaría caro. Tan poco acostumbrados estamos al rigor y a escuchar formuladas en voz alta a los políticos ciertas preguntas que nos hacemos en silencio.

La relación causa efecto tiene siempre sus plazos y hubiera sido grosero que el nuevo impulso de poder que rige en Catalunya descabalgara a los responsables del canal público con prisas. También en TVE se ha dejado desde hace meses pudrir la situación, sin cabeza visible ni planes ciertos, para colar como irremediable lo que en realidad es una estrategia bien medida. Pasados los tiempos que el decoro recomienda, la caída de Terribas se ha escenificado con presiones para que dé un paso al lado y filtraciones a la prensa de su segura destitución, mientras se le buscaba sustituto a voces, en un ejercicio que por más que se pretendía humillante para la periodista, ha resultado un zafio retrato al carbón de los responsables políticos.

Mònica Terribas saltó a la dirección del canal tras lograr elevar el informativo de cierre de jornada, La nit al dia, a la mejor expresión de la televisión inteligente y la conversación estimulante. A menudo, la verdadera independencia nos exige admitir la derrota de los actos creativos frente a las estrategias destructivas. Pero sin dejarnos engañar: hay poderosas razones que imponen la mediocridad, el servilismo y la falta de espíritu crítico. No son puntuales accidentes laborales, es el siniestro total de la exigencia. Al otro lado de la pantalla, nosotros miramos con el mando en la mano, pero mandar, mandamos.

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