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CRÍTICA: 'LA PESCA DE SALMÓN EN YEMEN'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cierto tono, cierto encanto

"Es una película con el tono, los diálogos y la atmósfera de las buenas comedias inglesas"

Carlos Boyero

Cuando empecé a publicar artículos alguien sabio y generoso me aconsejó que mimara los títulos ya que una parte considerable de los lectores de periódicos se fijaban exclusivamente en eso y no se molestaban en seguir leyendo si el enunciado no les sugería nada. Me tomé aquella recomendación en serio, pero la inspiración siempre ha despreciado mis vanos esfuerzos por titular con sentido y gracia. A pesar de mi incapacidad para concretar o adornar el tema del que escribo, siempre he sabido reconocer el valor de un título con fuerza, adecuado o fascinante.

Incluso he picado el anzuelo para tragarme películas y libros insoportables debido al magnetismo o el encanto de su título. Y existen algunos sublimes. ¿Quién podría resistirse a comprar inmediatamente una entrada para ver una película titulada Gente de lluvia, firmada por Coppola y que en España lo cambiaron por el pastelero y cursi Llueve sobre mi corazón? Consecuentemente, alucino pero también me intriga el surrealismo o la osadía de una ficción (si fuera un documental tendría lógica) titulada La pesca de salmón en Yemen. Las últimas noticias que tenemos de ese país no guardan la menor relación con la exótica pesca de salmones, sino con la intolerable hambruna que amenaza con la muerte a cinco millones de sus trágicos habitantes. O sea, que te predispone ante la presunta frivolidad de ese título.

Más tarde, me aclaran que es la adaptación de una novela que se ha convertido en un best-seller prestigioso en los países anglosajones, basado fundamentalmente en la entusiasmada recomendación que hacían sus lectores. Y, cómo no, también me despierta curiosidad esta película al ver el nombre de su director. Es Lasse Hallström, autor de ¿A quién ama Gilbert Grape? y Las normas de la casa de la sidra, dos películas que me conmueven especialmente, que me dejan una sensación agridulce y preciosa cada vez que las vuelvo a disfrutar. También ha firmado otras que me gustan poco o nada. Hallström posee una molesta tendencia a poetizar en función de lo que conviene a la taquilla. Pero si el guion es complejo y bueno, tiene un don reconocible para dotar de aliento, estilo, credibilidad, sutileza y emoción las historias románticas.

Y La pesca de salmón en Yemen tiene ese punto lírico y tierno. Se ve y se escucha (solo respondo de la versión original, ya que por un problema de la copia en el laboratorio, el último rollo venía doblado y aquello parecía otra película) con agrado. Y, por supuesto, el interés de un millonario emir por trasladar miles de salmones escoceses al árido Yemen, con el muy noble y ecologista fin de convertir un desierto en un vergel, solo es un pretexto para que Hallström dedique su arte a lo que más le interesa y para lo que está mas capacitado, para narrar una historia de amor entre dos personas cuyas circunstancias no le aseguran a este un final feliz. Ni siquiera que ese sentimiento pueda ser expresado y realizado. Ella, que trabaja como relaciones públicas y abogada del excéntrico millonario yemení, está bloqueada y desolada por la desaparición de su reciente amante en la guerra de Afganistán. Malos tiempos para colgarse progresivamente de un individuo aparentemente apocado, metódico, lineal, sin sentido del humor, un tipo en el fondo vulnerable, sensible y desarmantemente legal que se toma como una religión su científico trabajo en el departamento de pesca del Ministerio de Agricultura. Ese complicado idilio entre dos personas tan distintas que descubren lo bien que se entienden y se sienten al estar juntos en una aventura descabellada, está descrito con delicadeza, matices y encanto.

La gracia y el sabroso esperpento lo aporta el personaje que interpreta la siempre formidable Kristin Scott Thomas dando vida a la cínica, oportunista y pragmática jefa de prensa del primer ministro del Gobierno inglés. Y existe química entre Ewan McGregor, ese actor con variados registros y más que competente, y la muy atractiva y sobria Emily Blunt. Es una película con el tono, las situaciones, los diálogos y la atmósfera de las buenas comedias inglesas. Y ya sé que está muy desprestigiado eso tan vulgar de pasar un rato agradable en el cine. Pero mi espíritu simple y convencional lo agradece un montón.

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