_
_
_
_
_
OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

'Papacuba'

Los viajes papales han adquirido una condición mediática que supera a cualquiera gira de rock

David Trueba

Los viajes papales han adquirido una condición mediática que supera a cualquiera gira de rock. Los escenarios de sus apariciones públicas en el extranjero provocan masivas concentraciones donde se vuelca la capacidad de convocatoria del catolicismo, incluso en países hostiles o donde su afición no es mayoritaria. El listón de Juan Pablo II es al día de hoy imbatible y en el caso de Benedicto XVI hay ocasiones en que lo rutilante del show aparenta superarlo, como si a un cantautor intimista lo pusieran a tocar en estadios de fútbol. Pero sobre la reciente visita a Cuba, hay apreciaciones bien interesantes que no es bueno dejar pasar.

Para empezar el juicio de la prensa conservadora habría sido demoledor sobre cualquier líder democráctico que visitara la isla sin entrevistarse con algún representante de la disidencia política. Lo que resulta ser una condición con la que no se puede transigir en el caso de un presidente demócrata, con el Papa ha concitado forzadas absoluciones de los articulistas más vigilantes que extienden certificado de demócrata puro o denuncian tumores incurables en otros. La imagen, tan poderosa, de la reconvención al orden de un espontáneo que se atrevió a gritar abajo el comunismo, ganó el interés mediático precisamente porque rompía la preparada cordialidad del paseo. El tolerado desalojo de una iglesia ocupada por disidentes ya advirtió que, en esta ocasión, esas cosas no tocaban.

Lo que la visita anterior de Juan Pablo II logró para los cristianos practicantes de la isla se puede contabilizar entre las grandes concesiones arrancadas por un líder extranjero al régimen. El poder blando del rito y la permisividad con la imaginería religiosa eran suficientes conquistas como para que el nuevo Papa las pusiera en peligro con la sinceridad o la crítica abierta, pero su censura al eterno bloqueo estadounidense sobre la isla superó las expectativas. Visita de guante blanco donde Fidel Castro volvió a capitalizar las únicas rupturas protocolarias, como tiene por estilo, sirve de lección urbi et orbi para entender los delicados equilibrios de la política, esos que en otras ocasiones se denuncian como ambigüedades intolerables y colaboracionismo interesado. Una lección magistral que por desgracia los que dictan sobre las relaciones internacionales pretenderán no haber recibido.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_