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La última elegía de Eugene O'Neill

El neoyorquino John Strasberg dirige 'Una luna para los desdichados', con actores españoles y producción del Teatro Español

José Pedro Carrión, Mercè Pons y Eusebio Poncela en 'Una luna para los desdichados'.
José Pedro Carrión, Mercè Pons y Eusebio Poncela en 'Una luna para los desdichados'.SERGIO PARRA

El neoyorquino John Strasberg, regresa al Teatro Español (las Naves del Matadero de Madrid) con uno de los textos menos conocidos en España de Eugene O’Neill, pero una de las obras más importantes del teatro mundial. Una luna para los desdichados (A moon for the misbegotten), la última obra larga del dramaturgo estadounidense y Premio Nobel de Literatura de 1936, toda una historia de amor, pasión destructiva, frustraciones y esperanzas en la que de nuevo hay rasgos autobiográficos del autor: “Durante un día y una noche de luna llena, todos los personajes bromean y ríen mientras sus corazones saltan en pedazos”, señala el director.

El montaje, que se representa hasta el 27 de mayo en la sala dos de las Naves del Matadero del Teatro Español, cuenta con media docena de actores, Mercè Pons, Gorka Lasaosa, Eusebio Poncela, Ricardo Moya y José Pedro Carrión, actor este último con el que trabajó Strasberg en su última visita a España, con la puesta en escena de Cyrano de Bergerac.

Con una versión de Ana Antón Pacheco, quien ha dado un nuevo y más acertado título a la obra (en España se conocía como La luna para el bastardo), y con un brillante director de escena, Emilio del Valle, como ayudante de dirección, este montaje de Strasberg recoge todo el aroma que para él destila el texto. “Es una obra poética, romántica, triste y llena de humor amargo y salvaje, es mi preferida de las de este autor. Los personajes solamente podía crearlos O'Neill. Son irlandeses asentados en los Estados Unidos; la obra es una elegía dedicada a su desdichado hermano James”, señala el director de esta pieza situada en una granja de Pensilvania y en torno a tres personajes, un granjero irlandés borracho, oportunista y manipulador; su hija, Josey, y el propietario de la granja, Jim Tyrone, dado también a la bebida y de quien sospechan que tratará de echar al granjero y a su hija del lugar.

El director John Strasberg.
El director John Strasberg.

Strasberg recuerda que el personaje de Jim Tyrone, el hijo mayor de un actor rico y famoso, es un hombre perdido, que conocimos anteriormente en la gran obra autobiográfica de O'Neill, Largo viaje hacia la noche, y, en realidad, es el hermano mayor del propio autor.

Strasberg nació rodeado de teatro y de arte. Hijo de los fundadores del mítico Actor’s Studio de Nueva York, y rodeado de lo más granado de la cultura cinematográfica y teatral de Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX, hoy es un hombre de teatro en el sentido total de la palabra, ya que es director, actor, productor, diseñador, escritor y pedagogo. Su trayectoria está recogida en su biografía Accidentalmente a propósito.

Tiene claro que algunos dramaturgos son los fundadores de los cimientos del teatro de su país. “En Shakespeare radican los fundamentos del teatro británico, en Molière y Racine residen los del teatro francés y Lope de Vega es el germen del teatro español. Los dramaturgos definen el tipo de trabajo que actores y directores de cada cultura deben llevar a cabo para poder ser apreciados como representantes de sus grandes artistas. Eugene O’Neill y Tennessee Williams son los fundadores del teatro de los Estados Unidos. La obra de O’Neill es tan profundamente personal, íntima y poéticamente realista que todo actor y director estadounidense ha de ser consciente de que, si desea ser respetado como artista, ha de ser, por su parte, profundamente personal, sincero y auténtico”, señala Strasberg quien tiene claro que eso es exactamente lo que desea que sea este montaje “intensamente natural y genuino. Que, noche tras noche, se mantenga vivo, irradiando experiencia personal e intuición, se trata de una obra de actores, no creo que sea una obra de director”, señala este hombre de teatro que recuerda que O’Neill, como Valle-Inclán, era de origen celta. “Ambos, disfrazados de dramaturgos, son poetas que poseen un feroz y extraordinario sentido del humor. Esta cualidad procede de haber superado una experiencia dolorosa”, concluye.

Coincidiendo con la representación de este montaje, el Teatro Español ha dedicado el número 5 de La Diabla, la revista pedagógica de este espacio escénico, a Una luna para los desdichados. Se puede ver en su página web.

Un autor torturado

Eugene O'Neill (1888-1953) era hijo del actor James O´Neill, de procedencia irlandesa, que se hizo famoso representando El Conde de Montecristo. Como hijo de gentes de teatro viajó mucho de niño, aunque pronto termina en un internado católico del que sale para acudir a la universidad, donde sólo permanece un año. Se casó jovencísimo, con 19 años, y pronto tuvo su primer hijo, por lo que durante una época fue desde vendedor por catálogo, buscador de oro en Honduras, marinero, gerente de la compañía teatral de su padre, reportero del New London Telegraph, actor y finalmente, dramaturgo, oficio por el que ha pasado a la historia como uno de los grandes del teatro estadounidense contemporáneo y por el que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1936 y cuatro premios Pulitzer. En un matrimonio posterior nació su hija Oona, quien a los 17 años, y desautorizando a su padre, se casó con un actor 37 años mayor que ella, el mismísimo Charles Chaplin. O'Neill, que también se casó jovencísimo, dejó de hablarla y, como la historia siempre se repite, Chaplin, retiró la palabra a su hija Victoria nacida de su matrimonio con Oona, cuando se fue para montar el maravilloso Circo Invisible, con Jean-Baptiste Thierrée, de quien tomó su apellido al casarse y con quien tiene una hija, Aurelia, reconocida actriz, cantante y artista de circo.

O'Neill, que reconoce como maestros a Friedrich Nietzsche y August Strindberg, al igual que ellos en su teatro plantea problemas y dilemas, pero no da respuestas. Sus textos siempre están impregnados de elementos autobiográficos, fundamentalmente Largo viaje hacia la noche y Una luna para los desdichados (su hermano James le inspiró), sus dos piezas más reconocidas mundialmente y escritas una detrás de otra en la misma época, al final de su vida, cuando una enfermedad le provocaba tales temblores en las manos que no podía ni sostener la pluma para escribir.

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