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Chillidos

Carlos Boyero

La cita no es literal, pero mi memoria lo recuerda así. Ocurre en Drugstore cowboy, una de las películas que mejor ha retratado el muy complejo universo de las drogas. Matt Dillon asegura que la gente normal jamás sabe cuál va a ser su estado de ánimo 15 minutos más tarde, mientras que un enganchado solo tiene que elegir entre diversos estupefacientes para saber cómo va a sentirse en el momento que esa droga hace efecto. En mi caso, habiendo frecuentado variadas toxicomanías, solo he mantenido fidelidad ancestral e inquebrantable hacia una que siempre me ha otorgado entretenimiento y ensoñación, placer e identificación emocional, hipnosis y sentimiento. No provoca resaca. Se llama cine. La lectura sería la otra, aunque en alguna y desdichada época leer me exigía una concentración y un esfuerzo de los que no era capaz. Veo películas o series casi todas las noches, independientemente de que el estado de ánimo sea plácido o tormentoso. Y el efecto de esa droga nunca me defrauda. Por ello, temo como un poseso al mono cuando se me estropean los aparatos que me transmiten ese colocón.

Cuando ocurre esa tragedia, a veces pongo la televisión intentando averiguar en qué consiste la droga de gran parte del prójimo. De gente que por sus condiciones vitales, psicológicas, económicas o ambientales conviven permanentemente con ese mueble parlante. Y veo y escucho en Sálvame a personajes grotescos, deslenguados, huecos, que chillan, se maldicen, insultan, interpretan un teatro tan rancio como pretendidamente realista, se reivindican a sí mismos y sus cochambrosas vivencias con un surrealista "que toda España lo sepa" (sería pavoroso que esa idiotizante mugre concentrara el interés de los deprimidos españoles), se entrevistan entre ellos o a seres cuyo interés artístico o humano es inexistente. En Hermano mayor, psicópatas juveniles y anfetamínicos braman y agreden a sus madres mientras que un exyonqui adulto se propone redimirlos. Cambiar al telediario de la impresentable Telemadrid supone alucinar con el gore y el esperpento aplicado a la información política. Y me pregunto por el estado nervioso de los que se drogan todo esto al acostarse. Y que le ocurriría a su existencia si se fundieran sus televisores. Y a que se dedicarían los inventores y traficantes de droga tan inmunda.

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