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La generación que fue a por la taquilla

Canal + entrevista a algunos de los nuevos realizadores españoles de cine en el documental ‘Sobradamente directores’ y analiza sus películas y amor por el género

Gregorio Belinchón
La actriz Manuela Vellés, en una escena de 'Secuestrados'
La actriz Manuela Vellés, en una escena de 'Secuestrados'

¿Qué tienen en común una película rodada en inglés dentro de un ataúd y un thriller en el que secuestran a una familia en un chalet de lujo? Poco, salvo que son largometrajes españoles con directores jóvenes… además de que hoy las emita Canal +: Buried (15.00) y Secuestrados (16.40) antes del documental Sobradamente directores (18.10). Y que tengan poco en común es probablemente el mayor de sus aciertos, porque esa variedad es la que puede hacer mucho más atractivo para el público la pléyade de filmes de unos realizadores jóvenes, con menos de 40 años, que han cambiado muchas reglas del juego. “No tienen reparos en convocar, emocionar y entretener a un público amplio”, se escucha en un momento del documental.

En el programa participan una quincena de estos realizadores —se echa de menos a creadores como J. A. Bayona, Nacho Vigalondo o Roser Aguilar—, gente como Mar Coll, Rodrigo Cortés, Kike Maíllo, Paco Cabezas, Fernando González Molina, Javier Ruiz Caldera o Elena Trapé, directores muy distintos entre sí que sin embargo reconocen puntos en común a la hora de haber rodado su primer filme: que ha sido una carrera de obstáculos, que como realizador hay que ser creativo, curioso y sacar lo mejor de la gente (Eduardo Chapero-Jackson incide en “estar muy atentos en el rodaje a lo que surja”)… Y sí, hay mucho ego en el camino: “Deberíamos ser Guardiola y nos sale Mourinho”. En cambio, como apunta el actor Daniel Brühl, “lo bueno de los directores noveles es que quieren hacer la mejor película del mundo”. “El talento joven está muy despierto, por eso nos interesa mucho”, cuenta Mar Targarona, de la productora Rodaryrodar (El orfanato, Los ojos de Julia). Antes había carreras de fondo, se permitía la posibilidad de hacer una película fallida y volver a la dirección; hoy en día, el mercado, la competición y la rapidez de consumo obligan al pelotazo automático, a impactar en el público. Rodrigo Cortés, que tiene su tercera película, Luces rojas, ya en cartel, reflexiona inteligentemente sobre sus inicios: "Concursante consumió grandes energías, y llegamos exhaustos al estreno. Como con muchas óperas primas, casi nadie se enteró de su estreno”. Sin embargo, tuvo más repercusión en la industria de la que él sospechaba, y sirvió para abrirle puertas en la producción de Buried.

Paco Cabezas, realizador de Aparecidos y Carne de neón, es el más alejado de los entrevistados de una carrera normal: trabajó en un videoclub —como Quentin Tarantino— y no ha ido a una escuela de cine. En el extremo opuesto están Coll o Maíllo, nacidos de la ESCAC (Escuela de Cine de Cataluña) y que en sus equipos técnicos han contado con un montón de compañeros. El filme Puzzled love es el ejemplo extremo: es un ejercicio de mitad de carrera que gracias a su talento llegó a las carteleras y a las televisiones (el profesor Luis Segura y cuatro de los directores alumnos también aparecen en el documental). “Las escuelas de cine empujan a la solidaridad, a compartir el trabajo”, a entender, en definitiva, que aunque exista aún el director autor, cada vez se entiende mejor que un rodaje es un trabajo en equipo y que el guionista no tiene porqué ser siempre el realizador. Sergi Casamitjana, productor de Escándalo Films, empresa que se nutre de los alumnos de la ESCAC, reflexiona sobre esta generación: “Hacen muchos dramas dentro del género, porque saben que con el género llegarían antes a las pantallas… Y ahora solo quieren hacer género”. O como apunta Javier Ruiz Caldera (Spanish movie y Promoción fantasma), “me pone hacer cosas que nunca se hayan hecho aquí”.

Entre las películas mencionadas como referentes aparecen Uno de los nuestros' (Scorsese es el padre), Un pez llamado Wanda, La noche americana, E. T., el extraterrestre… y los hermanos Ulloa explican cómo les marcó Tiburón hasta el punto de odiar la playa.

Mientras buscan financiación extranjera, y empiezan por tanto a rodar en otros países como Argentina —mismo idioma, sueldos más bajos— o Canadá —da el pego por Estados Unidos y hay un acuerdo de coproducción con España—, Internet se convierte en el último reto. Rafa Cortés, director de Yo, está ahora embarcado en This is the name: “Internet es el catalizador actual, y por eso estoy rodando pequeñas piezas sobre personas cuyos nombres tienen un peso”. Puede que ellos, y su público, encuentre la solución a la cuadratura del círculo internaútico.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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