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Dejad que los niños se acerquen a mí (o mejor no)

A Hollywood le encantan los niños malos, cuanto más malos mejor Las causas son diversas pero la cuestión de fondo es que las películas con criatura envilecida acostumbran a funcionar bien en la taquilla

Toni García
Drew Barrymore en 'Ojos de fuego'.
Drew Barrymore en 'Ojos de fuego'.

A Hollywood le encantan los niños malos, cuanto más malos mejor. Las causas son diversas pero la cuestión de fondo es que las películas con criatura envilecida acostumbran a funcionar bien en la taquilla y eso, ya se sabe, es un factor vital a la hora de valorar algo (lo que sea) en la meca del cine.

El terror (obviamente) es el género que mejor ha exprimido a los niños/as aunque el drama y el thriller tampoco pueden quejarse del comportamiento de esos pequeños chiflados que le pueden amargar a uno la vida. Dictado incluye en su reparto a la jovencísima actriz Mágica Pérez, cuyos ojos negros resultan ser algo más que inquietantes. Con esa excusa nada mejor que un repaso a esos enanos/as que nos han recordado que la infancia puede ser una época muy difícil.

La profecía (1976). En directa competencia con nadie, el niño más malo de la historia del cine. Claro, dirán algunos/as, como que es el hijo de Satán, pero lo cierto es que el pequeño Harvey Stephens posee uno de los rostros más escalofriantemente angulosos jamás vistos en el género: esos ojos diminutos que encajan con precisión en una cara de pómulos sonrosados y esa mata de pelo enrevesado le pondrían la piel de gallina a un centurión romano. Después está, efectivamente, el hecho de que es el vástago del demonio y ese detalle añade un punto perverso a su personalidad… y otro día hablaremos de su niñera. El remake, de 2006, también contaba con una cara infantil aterradora, Seamus Davey-Fitzpatrick. ¿Quién escoge a esos niños?.

¿Quién puede matar a un niño? (1976). Narciso Ibáñez Serrador nos introducía en un mundo lleno de criaturas con sonrisitas que estaban deseando degollarte. Inspiración (y puede que algo más) para Los chicos del maíz, la película del director español tenía momentos escalofriantes y los chavales escogidos sabían con exactitud qué cara poner para transmitir sin palabras que estaban deseando enviarte al otro barrio. Un clásico del cine español y una de las mejores películas de terror jamás paridas en territorio patrio cuyos niños/as siguen poniendo la piel de gallina hasta al aficionado más curtido.

La noche de Halloween (1978). En el plano secuencia que abre la película (y el único donde se puede ver al chavalín del cuchillo) un niño apuñala con saña a alguien (no hagamos spoilers). Luego crece y se enrarece aún más pero el auténtico Michael Myers es ese niño de ojos oscuros al que se le dan bien los asesinatos. El escándalo en su momento fue de aúpa (la película fue hasta hace poco el filme independiente más rentables de todos los tiempos) pero ahora, en pleno siglo XXI, las noticias de críos haciendo todo tipo de barbaridades son tan habituales como respirar. Si todos los niños fueran como Myers no quedaría ni una escuela en pie.

Los chicos del maíz (1984). Aquí ya no se trata de un chaval, ni de dos o de tres. Aquí se trata de un pueblo entero de menores que han decidido emanciparse por la vía rápida, esto es: liquidando a todo quisqui. John Franklin (que interpreta a Isaac, el niño-predicador que propugna la muerte de los adultos) no daba miedo sino pánico. Costaba entender que en ese pequeño cuerpo habitara un villano tan memorable (Satanás, una vez más, hacía de las suyas). Cierto, la película no se aguanta por ningún lado y el libro de Stephen King era bastante mejor, pero eso del pueblecito lleno de criaturas con vocación criminal era bastante gracioso. Sí, los parecidos con la ya mencionada ¿Quién puede matar a un niño? Resultan altamente clarificadores pero bueno, había que ponerla. Isaac se lo merece.

Ojos de fuego (1984). Drew Barrymore se ponía hasta las cejas de incendiar cosas después de que los militares decidieran que les podía ser útil. Como acostumbra a pasar en las películas, en cuanto empiezan a salir uniformados e instalaciones secretas las cosas se complican así que Estados Unidos acababa en llamas y la pequeña Barrymore descubría que la piromanía a distancia podía ser algo estupendo aunque, ya lo dice el refrán, “el que juega con fuego se acaba quemando”. Basado en la novela de un tal Stephen King.

El pueblo de los malditos (1995). Un John Carpenter en plena forma firmaba este remake del pequeño clásico de Wolf Rilla (1960) donde un embarazo masivo por causas desconocidas acaba convirtiéndose en la llegada de unos cuantos alienígenas (paridos por mujeres humanas). Los niños extraterrestres no están para tonterías y se dedican a martirizar al pueblo con sus poderes mentales. Los planos de los chavales desfilando en formación militar con su pelito blanco y sus ojos grandes son aterradores, casi tanto como su líder, la actriz Lindsey Haun: una de esas caras que uno ve cuando cierra los ojos, antes de decidir que va a seguir despierto el resto de su vida. Por si acaso.

Nos dejamos en el tintero el asesino infantil de Tenemos que hablar de Kevin (¿a quién se le ocurre comprarle un arco a una criatura psicópata?), los delirios del niño mutante de Estoy vivo, la mala baba de los chavales de Them, los efluvios de Regan en El exorcista, el carácter –algo complicado- de La huérfana o los problemas de adoptar en El buen hijo. Reconforta pensar que al fin y al cabo son personajes de ficción… o no.

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