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Gesto

Los encuentros entre terroristas arrepentidos y víctimas de ETA saltan de tanto en tanto a la prensa y a la televisión. Lo úlyimo, el documental que emitió el domingo TV3, 'El perdón'

David Trueba

Hay silencio espeso en torno a lo que está sucediendo en las profundidades del final de ETA. La sociedad española, casi siempre tratada con paternalismo y tutela, necesita enfrentarse a la complejidad. Los encuentros entre terroristas arrepentidos y víctimas de ETA saltan de tanto en tanto a la prensa, por una rendija que abrió el documental Al final del túnel de Eterio Ortega y Elías Querejeta. El domingo, el programa de TV3, 30 minuts, emitió bajo el título de El perdón un cruce de dos testimonios sobre esta circunstancia, que se sumaba al reportaje de este periódico sobre el encuentro entre Emiliano Revilla y Urrusolo Sistiaga.

La emisión permitió, con limpieza y sin afanes conclusivos, acercarse a la experiencia de dos de los participantes. Iñaki García Arrizabalaga, cuyo padre fue secuestrado y asesinado por ETA, contaba con transparencia que al aceptar encontrarse con un antiguo miembro de la banda, le perturbaba estar cometiendo una traición. "¿Estaré faltando a la memoria de mi padre?", llegó incluso a cuestionarse. Pero también expresaba una sensación propia, la de haber superado el odio y el deseo de venganza que impregnaba su vida tras el asesinato y que, según él, le estaban destruyendo poco a poco.

Entre los terroristas, y ha pasado en situaciones similares en otros países, se extiende tras abandonar las armas una certeza de desperdicio e inutilidad. Decencia que se adquiere cuando has vencido la obligación de deshumanizar al otro, de despojarlo de individualidad. El testimonio de Iñaki Rekarte recorría desde reclutarse tras las torturas a su padre en Intxaurrondo hasta las amenazas de otro preso de la banda que le reprochaba su arrepentimiento. La idea de traición planea pues sobre todos los implicados y despejarles esa duda sería nuestro más útil esfuerzo.

En medio, la labor mediadora de Txema Urkijo desde la oficina de victimas del terrorismo del gobierno vasco. No es un esfuerzo que haya logrado la bendición mayoritaria, se han producido once encuentros y tan solo cuatro entre antagonistas directos. Pero al menos ellos parecen satisfechos del gesto mutuo, que no persigue la impunidad ni el olvido, sino algo más íntimo y particular, pero quizá muy productivo para todos los demás.

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