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Tentaciones
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"Uno de nuestros rasgos es la dispersión"

Con su tercer álbum, 'Herreros y fatigas', la pareja murciana Klaus and Kinski vuelve a atirantar los límites de nuestra música

El sol de nuestro país es ahora el caramelo de limón al que cantaban Vainica Doble y la palabra sangría nos sugiere más la idea de torniquete insuficiente que de curda feliz. Es preciso reunir paciencia y humor para hacer música (o para cantar, incluso) en nuestra tierra a día de hoy. Un país donde el museo de cera, más expeditivo que la justicia, es el primero en reaccionar y recolocar a Iñaki Urdangarín debería ser, por lógica, un país donde el karaoke nos diera pistas sobre la salud de nuestra música popular. Bien, en ese caso, deberíamos ir pidiendo cita en el médico: pocas buenas canciones de la última década del siglo pasado y de principios de éste se han colado en esos álbumes encuadernados con espiral y manoseados por cantantes ciegos de alcohol que, espoleados por su borrachera, aspiran a ser Nino Bravo, quedándose, a lo sumo y por razones obvias, en Serafín Zubiri. Todo esto (también) es la música.

Klaus and Kinski son la demostración de que otro karaoke (y por extensión, otra radio, incluso otro pop y, más allá, otro país) es posible. Con Herreros y fatigas (Jabalina), su tercer álbum, esta pareja murciana vuelve a atirantar los límites de nuestra música y a explicarnos que no somos nada, que, como cantaba su paisana Lidia Damunt, “La Verdad es un periódico de Murcia y nada más”. La duda, el humor y la mezcla entre erudición y chascarrillo que tanto bordó Rabelais como Quevedo y Faemino y Cansado los mantienen impermeables a la presunción o a la autocomplacencia.

Todo ello queda plasmado a través de los juegos de palabras, en títulos como In the Goethe. “Juegos de palabras cuando son nuestras razones de ser más importantes las que están en juego”, escribía André Breton en su Antología del humor negro. Y ese humor seco bañado en melodrama de mil violines y tambores es el que usa Alejandro, compositor de las músicas y las letras, para negociar con unos años más que difíciles: “Siempre hemos sido derrotistas. Pero es que esto es como si eres polaco, ya un poco mohíno y tristecico, y ves llegar a los nazis en 1940. Pues claro, ahora estamos desbocados. Aun así, todo está fatal, pero siempre intentamos sacarle hierro con una pizca de sarcasmo, de humor negro, o con un tono agridulce”. Agridulce como la salsa china de algunos rollitos de primavera, como un romance en un tanatorio, como los caramelos de limón, como un entusiasta abrazo entre dos mancos, como la siestecilla de un narcoléptico, como las canciones con arreglo animado y letra melancólica. Como Klaus and Kinski.

P. En la música pop hay el modelo de compositor que a los cuarenta años sigue cantando sobre el romance adolescente, pero luego existe la posibilidad de abordar las zozobras íntimas y personales a través de los problemas colectivos. Parece que ahora algunas bandas se han animado a hacerlo. No sé si lo ves como una marca de madurez de nuestro indie o como una reacción inevitable ante la que está cayendo.

R. (Alejandro) Todo lo que está pasando es horrible y nosotros no nos hemos librado. Cómo no se va a notar en lo que haces. Si hubiéramos vivido la segunda Guerra Mundial claro que de algún modo nos veríamos influidos. Y no hablo solo de la temática que busques, sino también del tono del disco. Si estás obsesionado con el día a día y con el mes a mes, el pesimismo y la duda estarán muy presentes en el tono melodramático, en el humor más duro, en todo.

P. El panorama es diferente. Leía ayer que la gente ya no espera a cobrar (para comprar algo) sino que espera cobrar (a secas). Tratáis eso en canciones como Contrato pero también en La pensión, donde la pareja tiene miedo de que el otro no pague la contribución a la Seguridad Social. Una canción gloriosa que acaba con la repetición del verso “Cuánto miedo” que me recuerda a El miedo que tengo, de Astrud...

El humor es un recurso literario más. Sirve para restar solemnidad, para crear empatía, para evitar el cliché o usarlo a tu favor"

R. En el caso de Contrato sí, pero en el otro no la escribí pensando en la crisis. Me hacía gracia meter un concepto tan ortopédico y poco romantizable como la Seguridad Social en una canción sobre lo efímero, sobre los días contados y el miedo a la muerte. De hecho, no quedaba bien del todo pero insistí en poner Seguridad Social con todas las letras.

P. Decía el escritor Kurt Vonnegut que la risa es una reacción casi fisiológica al miedo. Quizás por eso uséis tanto y tan bien el humor en vuestras canciones…

R. Es un recurso literario más. Sirve para restar solemnidad, para crear empatía, para evitar el cliché o usarlo a tu favor. Pero siempre tengo miedo tanto a parecer demasiado pedante como demasiado chistoso. A veces me da miedo que por usar la coraza del sarcasmo, por huir de lo demasiado literal o típico, se me considere poco sincero o menos honesto. No somos un grupo de broma, pero nos gusta restarnos importancia.

Portada de 'Herreros y Fatigas', el tercer disco de Klaus & Kinski
Portada de 'Herreros y Fatigas', el tercer disco de Klaus & Kinski

P. Y para ello sois maestros en introducir cosas que asocio a vuestra vida en pareja [Marina, la cantante y diseñadora de las portadas, se escucha en un par de ocasiones deambulando por el piso desde donde Álex habla], a guiños a vuestros amigos, al habla popular de vuestra región…

R. Es que usar algo divertido es perfecto para subrayar el patetismo de una situación ya en sí agridulce. Me gusta tanto el humor de Quevedo como el de David Foster Wallace, que no era la alegría de la huerta precisamente y que sin embargo lo usaba muy bien. Los juegos de palabras o frases captadas al azar también están: las tontunas que tiendes a repetir sirven para darte cuenta de cómo eres. A veces una palabra o una frase muy chorra tienen una carrera lírica que puedes explotar. Nos gusta jugar con el lenguaje.

P. ¿Un ejemplo?

R. Muchos… No sé, uno que comentamos siempre y que es de otro disco: “Deja el odio para después de comer”. Yo soy muy cascarrabias y me quejo de todo lo que sale en la tele. Marina me mira como si fuera un abuelo gruñón y me dice eso. De ahí también sale una canción.

P. Algunos de los grupos españoles recientes con mejores canciones son pareja o componen en casa. Me refiero a Espanto, Fred i Son, Hidrogenesse, vosotros, Centella hace un tiempo, Pegasvs ahora y muchos más. La frontera entre lo íntimo y la creación se desdibuja y quizás se explican las cosas de un modo más abierto porque esa idea o canción no tiene que someterse al juicio del bajista del grupo o del tío que gestiona el local de ensayo…

R. La música es como un segundo trabajo, además del de profesor de guitarra, pero un segundo trabajo en el que invierto aún más horas que en el primero. Hago gran parte del curro en casa, enseñándoselo como mucho a Marina o a otro amigo de confianza en el estudio. No somos cinco tíos que se juntan en un local de ensayo y preparan un repertorio y luego giran. Ahora que lo dices, uno de nuestros rasgos más perceptibles es la dispersión. Seguramente si fuéramos más gente componiendo, si no siguiéramos los impulsos de uno, habría sido más difícil que existiera la música que hacemos.

P. Una música que bebe de muchas fuentes. Parece que el indie reciente se ha sacudido el complejo de intentar calcar el pop anglosajón.

Cuando cantas en tu idioma te estás quedando en pelotas y la gente te analizará diciéndote si eres bueno o eres un tonto. Es como si te miraran en el alma"

R. A las diferencias entre los diferentes tipos de música popular no le doy mucha importancia. Tengo formación clásica, y ésta y el jazz son músicas más complejas técnicamente. En la música popular, te cabe todo. El rock simplemente fue darle velocidad y suciedad al blues… O cuando empezó la electrónica; no hay proceso musical nuevo que no esté superado por la tradición de música europea. Yo escucho a Gardel, a los Beatles, a Albéniz y a Yo La Tengo el mismo día…

P. De hecho, en algunos conciertos tanto despacháis algunos pasodobles como os centráis en el bakalao, una subcultura difícilmente romantizable, pero que ahora ya ha sido asimilada: de las pastillas de éxtasis al anuncio de paté o al de atún sólo distan unos años. Ju-Ja.

R. Cuando pasa un tiempo, todo se puede reivindicar desde la nostalgia o lo sentimental. Pero es que además Chimo Bayo está en otro nivel: forma parte de nuestra cultura popular y me parece superdivertido. Pasa lo mismo con un montón de estilos antiguos. Están legitimados por el peso de la tradición y por la revisión ideológicamente vacía. Si le pones arreglos modernos a un sonido añejo te pueden decir que es hortera, pero cuando lo calcas de los cincuenta te dicen: “Hum, qué evocador, qué elegante”. Pero tampoco nos vendemos como los grandes renovadores de la música popular española. Sí, hay una habanera y una aflamencada, en otros hay una copla o un pasodoble, pero se trata sólo del 5% de una música muy influida por lo anglosajón.

P. Sí, pero está claro que formáis parte de un indie más maduro que mira a su propia tradición. No sé cómo lo analizas tú. A veces pienso que el inglés imposible de los noventa era una marca de pereza generacional o de una clase media que se creía cultivada y abierta a Europa y que ha resultado ser una entelequia.

R. Igual era simplemente una reacción a la generación anterior. Una manera de diferenciarse. Integrar la voz como un instrumento más en el ruido absoluto que se usaba por primera vez aquí, en oposición a Los Secretos, por ejemplo, que a mí me gustan pero que eran tan limpitos y claros. De todos modos, aunque me gustan algunos grupos que cantaban en inglés, creo que no usar el castellano es una forma de esconderte. Cuando cantas en tu idioma te estás quedando en pelotas y la gente te analizará diciéndote si eres bueno o eres un tonto. Es como si te miraran en el alma. Da miedo, pero al final lo haces honestamente porque no sabrías hacerlo de otra manera.

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