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Editado el primer Diccionario de la Guerra de la Independencia

Jesus Posadas, Aguire, el general Coll y Fernando García de Cortázar presentan la obra Los dos volúmenes, dirigidos por Emilio de Diego y José Sánchez Arcilla, tienen 8.300 voces

Esperanza Aguirre, Jesús Posada y el Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra, general Fulgencio Coll,en la presentación del Diccionario.
Esperanza Aguirre, Jesús Posada y el Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra, general Fulgencio Coll,en la presentación del Diccionario.EFE

Los historiadores españoles se han retrasado algo menos de doscientos años pero, al fin, acaban de ponerse al día. Bajo la dirección de Emilio de Diego, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense y de José Sánchez Arcilla, historiador del Derecho, y la supervisión editorial de Luis Valiente, sale a la calle el Diccionario de la Guerra de la Independencia, presentado en la Casa de América de Madrid este lunes como el primero de su naturaleza por parte de su primer autor, así como por Jesús Posada, presidente del Congreso de los Diputados; Esperanza Aguirre, presidenta del Gobierno regional de Madrid; Fulgencio Coll, jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, y Fernando García de Cortázar, presidente de la Fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad, impulsora de la obra.

El diccionario consta de dos volúmenes y 2.270 páginas, con más de 8.300 voces distribuidas en 11 secciones, que han sido elaboradas por un equipo multidisciplinar compuesto por 56 redactores y numerosos colaboradores, con fuentes de los principales archivos estatales, regionales y municipales de España. La edición ha sido cofinanciada por el Gobierno regional madrileño y la Fundación Caja Madrid.

La presentación, abierta por Julia Escobar como anfitriona de la Casa de América, ha mostrado la gran complejidad de la obra en sí, además de las múltiples miradas que la Guerra de la Independencia, librada durante seis años entre 1808 y 1814, aún admite.

Prueba de ello lo fueron las dispares intervenciones de los presentadores del libro y que abarcaron desde las referencias, evocadas por el presidente de las Cortes, Jesús Posada, al concepto de patriotismo constitucional - teorizado por el filósofo marxista alemán Jürgen Habermas-, que se consideró orgulloso "legatario de las Cortes de Cádiz", hasta las proclamas liberal-nacionalistas, profundamente conservadoras, de Esperanza Aguirre, además de las propias del editor, García de Cortázar, trufadas de autocitas con menciones a Rainer María Rilke y al poeta comunista Blas de Otero, o bien las loas al exhausto Ejército español durante aquella contienda, formuladas por el teniente general Coll, en detrimento de la guerrilla de la que inicialmente dijo que "no llevó el peso de la guerra, como tampoco lo llevaron las tropas anglo-portuguesas, pese a su generosa contribución en vidas humanas".

No obstante, el jefe del Estado Mayor de la Defensa matizó luego sus palabras para resaltar como "fundamental la contribución guerrillera" a la victoria contra la invasión napoleónica. "Yo mismo soy guerrillero", confesó a este diario con una sonrisa, mientras mostraba un emblema plateado castrense con una espada laureada que lucía en la pechera de su uniforme. "He querido subrayar que el papel del Ejército entonces ha sido hasta hoy poco conocido, aunque decisivo para el desenlace victorioso de aquella guerra, pese a enfrentarse durante seis años a un ejército imperial napoleónico mucho mejor pertrechado y con más experiencia inmediata", explicó el general Coll.

Para el historiador Emilio de Diego, la Guerra de la Indepenencia fue un conflicto de naturaleza militar, simultáneamente dinámico y estático, de "sitios" como los de Zaragoza y Gerona, a los cuales añadió los menos conocidos de Badajoz, Astorga y Tarragona. "Pero, si bien y sobre todo", a juicio del historiador de la Complutense, "consistió en una secuencia de episodios también de cariz político e ideológico", de entidad continental y universal alcance. Criticó el director de la obra "a quienes preconizan una historia virtual y contrafactual, como los que sugieren que José I", el rey impostor "pudiera haber sido mucho mejor monarca que Fernando VII" y otras hipótesis de semejante naturaleza.

"Lo cierto fue que el fracaso del hermano mayor de Bonaparte en nuestro país se debió, señaladamente, a haber concitado no sólo la enemistad de los españoles sino también, la de su propio hermano Napoleón, cuyos planes para España no tuvieron nada que ver con los que aquel, en clave reformadora, acariciaba aplicar aquí".

Explicó posteriormente De Diego que el esfuerzo sistematizador para la confección de este diccionario comenzó en 2008, aunque se remontó a los años 90 del precedente siglo para marcar el origen del proceso documental, en el cual destacó la inserción de más de 500 voces concernientes a otras tantas mujeres, hasta ahora prácticamente desconocidas, que se distinguieron por sus contribuciones bélicas o humanitarias durante la contienda, librada entre 1808 y 1814 en medio de condiciones de extrema crueldad, con innovaciones como el papel de la propaganda bélica, los reiterados expolios y la ciudadanía como rehén, víctima y protagonista combatiente.

Por su parte el presidente de la Fundación Dos de Mayo, Fernando García de Cortázar, proclamó su entusiasmo con la obra recién editada y evocó las quejas de Lope de Vega sobre "la ausencia de cantores de las glorias de la Patria". En su intervención, remarcó que "la Guerra de la Independencia implicó el nacimiento de la Nación española como un gran acuerdo entre ciudadanos". No le fue a la zaga en emotividad patriótica su mentora, como reiteró García de Cortázar, Esperanza Aguirre, que resaltó el hecho de que fuera España el "único país europero, a diferencia de Italia y Alemania, que pese a ser ocupado también militarmente por las tropas de Napoleón, se alzó en armas contra él y marcó el origen de su declinar imperial", como previamente había subrayado también el general Fulgencio Coll.

Aguirre afirmó que aquel alzamiento obedeció a la existencia de "un sentimiento nacional vigente desde tres siglos antes de 1808". Posteriormente se refirió al liberalismo y a su nacimiento al calor de las Cortes gaditanas, concepto que evocó en la clave conservadora. No obstante, alabó "la lucha de los diputados en Cádiz contra el absolutismo", para concluir con una glosa a "los bienes que la unidad de los españoles procuró entonces y ha de seguir procurando en el futuro".

Numeroso público, entre el que se hallaban miembros del Cuerpo Diplomático acreditados en Madrid, recibieron con grandes aplausos -y alguna que otra exclamación- todas las intervenciones.

Un somero espigar por el texto del flamante diccionario indica que aspectos tan intresantes como la posición de Francisco de Goya ante la ocupación militar francesa -siguió siendo pintor real con José I Bonaparte- continúa envuelta en el enigma, pese a su evidente abominación de la guerra mediante sus célebres "desastres". Voces de importancia histórico-política tan evidentes como la de "afrancesados" son reseñadas en apenas 27 líneas de texto, aunque más de 10.000 españoles, con sus familias respectivas, acompañaron al rey impostor en su huida a Francia, de donde regresaron años después y muchos de ellos, según recientes estudios, vertebraron el núcleo de la Administración estatal española y el germen de numerosas asociaciones cívicas.

A Bonaparte le cortejó también en su fuga un amplio generalato del ejército ocupante, del cual el diccionario da cuenta detallada; así,dedica una e sus numerosas entradas a José Leopoldo Segisberto Hugo, padre del novelista universal Víctor Hugo que pasó su infancia en Madrid. En otra entrada, la propia voz "Nación", que vertebró gran parte de las intervenciones de la presentación y que el dicionario incluye destacadamente, se refiere a su origen latino entroncado en el concepto de "raza".

Con todo, el diccionario puede ser considerado como una herramienta sistemática necesaria para el conocimiento de uno de los fenómenos históricos de más alcance, que marcó el origen de la contemporaneidad y la incorporación de España a la modernización propia y continental. Asimismo, cabe concebir este potente manual como una singular contribución, de hechura propiamente española y con proyección iberoamericana, en un terreno de estudio hasta ahora polarizado por historiadores en ocasiones proclives, en exceso, a facilitar versiones de tan señalada ocasión histórica como la Guerra de la Independencia en claves anglo-británicas y franco-francesas.

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