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Última revancha de la folclorista revolucionaria

Hoy se cumplen 45 años del suicidio de Violeta Parra. Un filme, premiado en Sundance, y un museo la recuerdan

Elsa Fernández-Santos
Un fotograma de la película 'Violeta se fue a los cielos' de Andres Wood
Un fotograma de la película 'Violeta se fue a los cielos' de Andres Wood

Antropóloga musical, poeta, pintora, cantautora, bordadora, ceramista, mujer telúrica de fondo trágico y vida fértil, Violeta Parra (La Violeta Parra en su Chile natal) se pegó un tiro en la cabeza en su carpa de La Reina un día como hoy hace 45 años. Le faltaba poco para cumplir 50 años pero el fracaso económico de su utópico proyecto de comuna musical en el campo y el fiasco de su no menos utópico proyecto sentimental junto a sus hijos y un hombre suizo 16 años menor que ella dieron al traste con sus ganas de vivir.

En realidad, como casi siempre, la culpa de que apretara el gatillo no fue de nadie. Era una mujer enérgica y tozuda. Tanto como para cruzar Chile con la única compañía de su guitarra y un cuaderno con el empeño de no dejar morir un legado cultural que sin ella se hubiese perdido en los nichos de los pueblos más remotos. Una mujer infatigable que, sin embargo, y como escribió su hermano Nicanor Parra, último premio Cervantes, resultó ser “un corderillo disfrazado de lobo”.

Era una mujer de una genialidad absoluta Andrés Wood

“Yo nunca le pedí cuentas”, recuerda su hijo Ángel, autor de Violeta se fue a los cielos. En esta novela, publicada en 2006, se basa el filme sobre la vida de la artista (interpretada por Francisca Gavilán), que ganó el pasado fin de semana el máximo galardón del festival de Sundance. “No hay rencor hacia ella. Mi madre fue una mujer revolucionaria, una mujer con mucho carácter. Alguien único que emprendió, junto con su hermano Nicanor, una cruzada que ha determinado el destino de la poesía y del canto popular chileno”.

Ángel Parra vive en París desde que la dictadura le condenó a la cárcel y al exilio. El hijo mayor de Violeta Parra (tuvo cuatro) colaboró con Andrés Wood, director del filme, y también trabaja en un futuro museo dedicado a la figura y la obra de su madre. “Era una mujer de una genialidad absoluta”, afirma Wood. “Por la profundidad de sus estudios y por la claridad que tuvo a la hora de reconocer la cultura popular de su pueblo”.

Para el director, la rica personalidad de Parra (hosca, irónica y vital) está hoy muy presente en las nuevas generaciones chilenas. “Representa una imagen muy fuerte para los nuevos movimientos estudiantiles. Por su irreverencia, su valentía y su incapacidad para permanecer callada. Hay una generación de cantautores muy jóvenes, como Manuel García, Chinoy o Francisca Valenzuela, para los que ella es una absoluta referencia”.

Pero la idea de la película, según Ángel Parra, nunca fue hacer “una biografía o un documental”. “Queríamos llevar al público una idea del espíritu de Violeta porque lo cierto es que casi cincuenta años después de la desaparición de un ser humano tan espectacular es difícil saber cómo era realmente. Los recuerdos, y más los de un niño, se moldean con el tiempo”.

No es fruto de la imaginación que a Violeta Parra le gustaba jugar a hacerse la muerta con sus hijos y sus amigos. Un viejo truco: jugar al drama para esconder el drama. “No era una madre común, qué duda cabe. Cuando estaba de gira, faltaba, pero luego llegaba siempre con bebida y comida para todos. Y no era sumisa, imponía su palabra frente a cualquier macho. Lo cierto es que siempre se hizo cargo de sus hijos y lo hizo sin ayuda de nadie. Nos decía: ‘Me voy a morir, me voy a morir’... hasta caer al suelo. Era su manera sencilla de contarnos que algún día se iría. Lo que no supimos interpretar fue el título de su último disco, Las últimas composiciones”.

Tenaz investigadora y artista insólita, Violeta Parra rescató el alma popular de Latinoamérica. Una gesta de la que todavía beben decenas de músicos, escritores y poetas, grandes poetas, como su hermano mayor Nicanor Parra, su hermano protector, quien siempre ha reconocido que el origen de su antipoesía está en los cantos que ella revivió. En una entrevista, el Premio Cervantes describía el brutal carisma de su hermana: “La Violeta opacaba a todos. Aparecía con su guitarra y simplemente todo el mundo lo que quería era a Violeta con su guitarra. ¡Y entonces los poetas pasaban a la historia!”

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Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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