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Cuando Bismarck recitó la 'Marsellesa'

El museo de Edison de Nueva Jersey desvela la hasta ahora única grabación de la voz del mariscal, que entona la primera estrofa del himno francés

El canciller prusiano Otto von Bismarck
El canciller prusiano Otto von BismarckArchivo de la Fundación Otto von Bismarck

Nadie esperaba ya poder oír la voz de Bismarck, el canciller que unificó los Estados alemanes en 1871. Menos aún escuchar al viejo aristócrata recitando la primera estrofa de La Marsellesa, el himno del país al que había declarado la guerra en 1870. Cuando apenas le quedaban unos meses en la cancillería del Imperio alemán, Bismarck (1815-1898) recibió en su palacio de Friedrichsruh a Theodor Wangemann, enviado a Europa por el inventor Thomas Alva Edison. Wangemann quería promocionar el fonógrafo en Alemania grabando las voces de sus prohombres más célebres: Bismarck, el mariscal Helmuth von Moltke y el flamante káiser Guillermo II. Las de Bismarck y Moltke quedaron registradas en varios cilindros de cera que se creyeron perdidos hasta esta semana. El museo de Edison en Nueva Jersey ha desvelado ahora la única grabación de la voz de Bismarck. La voz de su mariscal de campo Moltke tiene un interés añadido: no quedan grabaciones de nadie nacido antes que él, que vino al mundo en 1800, en plenas guerras napoleónicas.

La grabación de Bismarck parece desmentir, además, algunas sátiras de la época que se mofaban de su voz atiplada y “feminoide”. Las biografías del canciller señalan que fue un “orador deficiente”, incapaz de dar solemnidad a sus discursos. La voz del cilindro parece, sin embargo, firme y masculina. Quizá las críticas a su timbre eran sólo infamias contra el poderoso dirigente. O tal vez, sabiendo que la cera de Edison lo inmortalizaba, Bismarck impostó una voz mejor modulada de lo habitual. Tampoco se sabe por qué eligió la Marsellesa: ¿Se burlaba del archienemigo francés? ¿De los revolucionarios? ¿O, tal vez, le gustaba la canción?

Los periódicos de la época y hasta una carta de la princesa Johanna von Bismarck dan fe del entusiasmo que el fonógrafo despertó en el Canciller de Hierro. Más ambigua era la admiración tecnológica del viejo conde de Moltke, que recita versos del Fausto en los que Goethe cuestiona los avances científicos. Pero Moltke, maestro de la estrategia bélica curtido en cien batallas sangrientas, traiciona ante el fonógrafo el mote por el que era conocido. “El gran taciturno” comienza la toma con un particular Elogio del Fonógrafo. “La más reciente invención del señor Edison es de veras admirable”. El casi nonagenario Moltke se equivoca al nombrar el aparato, al que llama “teléfono”. Pero a la segunda atina y concluye que “el fonógrafo permite que un hombre que yace desde hace mucho en la tumba levante otra vez su voz y salude al presente”. Nos podemos dar por saludados por el héroe de Sedán, que lleva en la tumba desde 1891.

La unificación de Alemania debió casi tanto al genio bélico de Moltke como a la implacable Realpolitik de Bismarck. La grabación del canciller concluye con lo que algunos historiadores consideran una broma dirigida a su hijo. Le recomienda que no trabaje demasiado y que no coma ni beba desproporcionadamente. El propio Bismarck era un gran glotón con fama de adicto al trabajo. También recita sendas estrofas iniciales de La Marsellesa y del himno universitario Gaudeamus igitur, así como los primeros versos de un poema de Ludwig Uhland. La grabación comienza con el arranque de la canción estadounidense In Good Old Colony Times. Probablemente un homenaje a Edison.

Los cilindros de cera fueron hallados ya en 1957, dentro de una caja de madera que Edison guardaba cerca de la cama donde echaba la siesta entre invento e invento. Los conservadores del museo Edison los mantuvieron en buen estado, pero minusvaloraron su contenido: un hombre con acento alemán recitando versos en inglés casi inaudibles por los ruidos del cilindro. Pero en 2011, un experto del museo contactó con historiadores alemanes para buscar el origen de la grabación. Los expertos conocían ya el sonido original del piano de Johannes Brahms inmortalizado por Wangemann, que fue el primer ingeniero de sonido de la historia. Pero han tardaron en percatarse de que escuchaban a Bismarck y a Moltke saludando al presente.

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