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“Me interesó la idea de contar cosas sobre temas de los que no sabía nada”

Echenoz cierra su ciclo de novela biográfica con 'Relámpagos', una historia sobre el enigmático científico e inventor Nikola Tesla

Jean Echenoz (Orange, 1947) descubrió ayer Relámpagos, la última entrega de una trilogía sobre lo que podríamos llamar vidas reescritas o reelaboradas que inició con Ravel, sobre el músico; prosiguió con Correr, sobre el atleta Emil Zatopek y que finaliza ahora con Nikola Tesla (1856-1943), el brillante científico que adivinó el futuro pero no pudo aprovechar su presente, todas publicadas por Anagrama. No se atreve, Echenoz, a definir el género al que pertenece esta trilogía, pero apunta a dos referencias: las Vidas imaginarias, de Marcel Schwob (1867–1905) y las Vidas breves de John Aubrey (1626–1697), dos heterodoxos donde los haya.

Pregunta. ¿Piensa usted que la ficción es más útil que la realidad para contar una vida y un tiempo?

Respuesta. Este libro es mucho más ficción que los dos anteriores. Esta es una de las razones por las que cambié el nombre del personaje, lo que no había hecho en los otros dos. Me había planteado hacer esta serie de tres libros, pero en este último me di cuenta de que tenía la necesidad de integrar elementos más novelescos y situaciones imaginarias.

P. ¿Le produjo un cierto respeto introducir demasiada ficción? ¿Dónde puso la línea roja?

R. Lo de la línea es muy difícil de precisar. Es por esto que el de Ravel fue uno de los libros que más me costó escribir en los 30 años que llevo en esto, porque era la primera vez que me encontraba, precisamente, teniendo que encontrar un equilibrio entre la fidelidad biográfica y la libertad que me otorgaba. Y en el caso de Ravel fue muy complicado. Fue un libro que abandoné varias veces porque no encontraba el equilibrio hasta que finalmente lo encontré. Para el corredor, para Zatopek, fue muy distinto, menos complicado. Por una parte me afectaba mucho menos en términos emocionales, por otra el personaje estaba más cercano en el tiempo y además había muy pocos documentos sobre él. No había nada en francés, más que la prensa deportiva de la época. En este último caso, el de Tesla, lo he construido con elementos que he ido encontrando aquí y allá. Y dudaba entre estar en la línea del primero o dejarme más posibilidades de invención.

P. La línea se ha movido en este caso…

R. Sí, se ha movido. Pero ahora se para porque ya no seguiré por este camino. Quiero volver a hacer novela sin una referencia específica, utilizando, sí, todo tipo de documentos, porque siempre lo he hecho, siempre he trabajado con mucha documentación, pero inventando muchas más cosas.

P. Relámpagos es también un retrato muy especial de un momento histórico y de una ciudad, Nueva York, en una época que desde Europa no se conoce muy bien. ¿Se ha documentado o es una invención?

R. Es, esencialmente, una invención. Cierto, como siempre hago busqué documentos de la época, estudié mapas, investigué sobre la arquitectura y los métodos de construcción, pero es una invención. Tenía necesidad de sentirme más libre, menos limitado por los hechos reales.

P. Es también una novela sobre un momento histórico clave que está en el origen del mundo que nos ha tocado vivir, cuando todo comienza a acelerarse por el impulso de la tecnología, de la ciencia aplicada…

R. Yo diría que de la tecnología y, sobre todo, de la presencia del dinero en la explotación de la ciencia. Lo que más me sorprendió fue descubrir que era el momento en el que se abría la puerta a una especie de desmesura. La idea de hacer una central eléctrica en las cataratas del Niágara era entonces una auténtica locura… representa esta especie de intuición que tenía Nikola Tesla, incluso la intuición de lo que luego sería Internet, que él concebía como una estación de comunicaciones mundiales con las cotizaciones de bolsa, tal vez una de las vías de la mundialización. Claro que yo ahora digo esto porque lo he pensado a posteriori, porque cuando escribía la novela sólo pensaba en el personaje y el desarrollo de la trama. Cuando la escribía lo hacía a través de la fascinación del personaje que descubrí un poco por casualidad; fue mi primer traductor norteamericano que me habló de Tesla, me sonaba su nombre pero no la dimensión de creación del personaje y su personalidad un tanto extraña.

P. ¿Cree usted que este tipo de personajes son todavía posibles en el mundo actual?

R. Creo que no. Aquel era todavía un momento de relativo artesanado en la creación científica, ahora no es el caso, o al menos no creo que sea así, aunque no conozco casi nada sobre el mundo de la investigación científica.

P. ¿Sabía de música cuando escribió sobre Ravel?

R. Sí, bastante más. Por el contrario, sobre el deporte no sabía nada y eso era precisamente lo que me interesó. En los dos últimos libros lo que me interesó fue la idea de contar cosas sobre temas de los que no sabía nada. No sé nada de deporte y casi nada sobre la ciencia. Sobre música sí, y sobre la obra de Ravel aún más. Forma parte de mi infancia.

P. En el caso de Ravel hay un paralelismo con Tesla, es la puerta de la música del siglo XX.

R. Sí, tuve la suerte de nacer en una familia donde la música tiene un papel muy importante. La música es verdaderamente una cuestión de emociones. Recuerdo que tenía seis o siete años cuando escuché –porque mis padres lo escuchaban— un concierto para piano de Ravel y la Consagración de la Primavera de Stravinsky. Fueron experiencias muy potentes. En el libro sobre Zatopek, tuve que tener en cuenta el contexto político, un periodo oscuro, el nacimiento de todos los totalitarismos.

P. ¿Le interesa la política? ¿No cree que también sea un relato a mitad de camino entre la realidad y la ficción, como por ejemplo la construcción de personajes al estilo Nicolas Sarkozy?

R. Sarkozy es, sin duda, un personaje novelesco, tal vez un poco demasiado para poder ser creíble. Me pregunto si en realidad no es un falso personaje de novela. De hecho para este último libro estuve dudando entre escoger un científico o un hombre político. Si hubiera querido continuar esta serie de vidas imaginarias tal vez hubiera escogido un político. Pero no voy a hacer más.

P. ¿Cómo le llamaría a este género que ahora abandona?

R. No es ni novela histórica ni biografía, no sé lo que es. La referencia que se me ocurre serían las Vidas imaginarias de Marcel Schwob, con todo el respeto y admiración que le tengo, y también de las Vidas breves de John Aubrey, que representan la mejor manera de tratar las vidas intentando convertirlas en un objeto literario.

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