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“La manera de sentirse querido de Hoover era el abuso desde el poder”

Hablamos con Leonardo DiCaprio, protagonista de la nueva película de Clint Eastwood, 'J. Edgar', sobre la vida del primer director del FBI

Leonardo DiCaprio retratado a finales de 2011
Leonardo DiCaprio retratado a finales de 2011

Para muchos J. Edgar Hoover fue el enemigo público número uno. Para otros, un verdadero patriota fundador de la Oficina Federal de Investigación, más comúnmente conocida como FBI. Para Leonardo DiCaprio Hoover es su último juguete, al que tenía ganas de hincar el diente desde que se interesó como productor y actor en Enemigos públicos y a quien da ahora forma de la mano de Clint Eastwood en J. Edgar. A sus 37 años, pocos como este actor, productor, ecologista, galán y musa de Martin Scorsese tienen a Hollywood en la palma de su mano. Eso sí, de Oscar, nada de nada.

Pregunta. ¿Dónde nace su interés por J. Edgar Hoover?

Respuesta. Tanto a Clint [Eastwood] como a mí nos intrigó el retrato de Hoover que trazó Dustin Lance Black en su guion. Ya me había interesado por su figura cuando preparé Enemigos públicos con Michael Mann, ese momento en el que la historia del filme estaba repartida entre Dillinger y Hoover. Dustin se fijó más en las motivaciones de un hombre que dedicó su vida al servicio de este país, a su trabajo, a la creación de FBI, pero que nunca se permitió amar a otro ser humano. Creía fervientemente en los fundamentos de nuestro país, en la democracia. Pero era igual de ferviente en su odio a los comunistas, a los bolcheviques, a cualquiera que en su opinión era enemigo de su nacion. Para el final de sus días fue un dinosaurio político con demasiado poder y no hay nada que corrompa más que eso. Me gustó la reflexión de Dustin, comparando esta figura con el Gobierno de George W. Bush. J. Edgar es una reflexión sobre la Administración Bush, sobre un gobierno que opera según sus propias reglas, sin un control externo y que solo se escucha a si mismo.

Cuando me ponía el maquillaje, veía a mi abuela. En serio

P. ¿Necesita simpatizar con su personaje, encontrar puntos en común, para sentirse cómodo en su piel?

R. No creo que sea importante. Mira alguno de los papeles más grandes de la historia del cine. Orson Welles en Ciudadano Kane o Robert DeNiro en Toro salvaje. No son personajes que busquen tu simpatía. O tu comprensión. No quiero compararme con ellos pero creo que logras algo así conociendo su motivación. No hace falta que la compartas. No se trata de simpatizar con Hoover. De hecho me parece una figura trágica de la historia. Pero sé de dónde venía su tiranía. Su única forma de sentirse querido era el abuso desde la posición de poder que mantenía.

P. Suena muy diferente a lo que todos describen como su trabajo con Clint Eastwood.

R. No sé qué decirte [risas]. Clint es alguien que tiene los pies bien plantados y sabe decir la verdad. Y eso se deja notar en el plató cuando trabaja como director. Como actor puedes ensayar lo que quieras, investigar lo que quieras de tu personaje. Es tuyo. Él lo ha puesto en tus manos. Es así de generoso. Tú tienes la titularidad de tu trabajo. Pero su ritmo es rápido, no hay ensayos más de lo estrictamente necesario, formas parte de ese grupo de élite que llega, hace lo que tiene que hacer y se va. Quiere que tu trabajo sea instintivo y honesto. Se fía, se guía por su instinto. No busca una segunda opinión ni te da más información que la necesaria.

P. ¿A quién vio bajo el maquillaje de Hoover?

R. A mi abuela [risas]. Va en serio. La que más. Pero más allá del maquillaje, de las cien piezas que ponían diariamente en mi cara para darme esa edad, del peso que no pude ganar y que acabó siendo mi prisión de una forma claustrofóbica, lo que más me impresionó fue tener que hablar con un joven Robert Kennedy como si se tratara de eso, de un jovencito, entrar cada día al plató como alguien con 50 años de estrés y de historia a sus espaldas.

 

Si mi madre no me hubiera llevado a pruebas, sería feliz como biólogo

Leonardo DiCaprio

 

P. Durante años huyó de la imagen de ídolo adolescente que le dio Titanic…

R. Fueron tiempos interesantes, no solo su rodaje sino la increíble atención con la que fue recibido en el mundo entero. Increíble.

P. ¿Cree que ha superado esos años?

R. ¿Y me he convertido en un señor maduro? [Risas] No sé qué decirte, honestamente. Nunca, y quizá sea bueno, quizá no, nunca he tenido dudas sobre lo que quiero hacer. Leo un guion y me gusta y me motiva y pienso si puedo hacer algo por el papel. Ese es mi criterio. Libretos como este, como ahora El gran Gatsby, que me abre miles de preguntas de las que quiero respuestas, me atraen.

P. ¿Y si no pudiera? ¿Si Titanic no hubiera sido Titanic, qué sería de Leonardo?

R. A veces lo pienso. Y siempre la respuesta es la misma, sería biólogo. Alguien que trabaja con los animales. Es lo que me interesó desde niño. Si la vida hubiera sido diferente, si no hubiera tenido la oportunidad que tuve con Vida de este chico, si no hubiera vivido en Los Ángeles, si mi madre no me hubiera llevado a las pruebas, si nadie hubiera hecho caso a las tonterías de Hollywood de un chaval de 12 años, estaría feliz trabajando como biólogo. Y, ¿quién sabe lo que haré cuando me jubile?

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