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Reportaje

Regreso al exilio

La película. 22 de septiembre de 2003.

Amadeo Gracia Bamala, aragonés, de 69 años, contiene la respiración ante el televisor. Para él, éste es un gran momento. Después de 65 años se va a contemplar en una vieja película junto a su familia mientras cruzan a Francia en febrero de 1939. Durante aquellos días, medio millón de españoles, civiles y militares, salió de España, huyendo del acoso del ejército de Franco. Amadeo es el protagonista de Historia de una foto, un artículo publicado en el especial sobre el exilio republicano de EPS (12 de enero de 2003). La imagen de su familia, los Gracia, es un clásico, un símbolo de los refugiados españoles, del éxodo que los franceses llaman "La Retirada". Amadeo creyó siempre que esta foto, su foto, era el único documento gráfico que quedaba del drama que un día sufrió. Ahora tiene delante el filme Levès avant le jour (producido por la Asociación Francesa de ex Combatientes de las Brigadas Internacionales), en el que aparece en movimiento, de niño, junto a los suyos.

Su padre, Mariano, falleció al poco de cruzar la frontera francesa con sus tres hijos. Su madre había muerto tiempo atrás en Monzón (Huesca) reventada por la misma bomba franquista que a Amadeo le segó media pierna y a su hermana la extremidad entera. De la madre no tiene recuerdos Amadeo; de su progenitor, apenas unos pocos. Hoy lo verá andando, mirando a la cámara, alto, delgado, abatido, con mantas a la espalda, llevando de la mano a su cría, Alicia, inválida; seguido por el pequeño Amadeo, agarrado a un señor también mutilado, y por su otro hijo ya adolescente, Antonio... Pero para entender la situación que se produce en casa de Amadeo es necesario volver atrás en el tiempo, a enero de 2003.

La carta. Primeros días de 2003

El año comienza con un interés creciente de las generaciones más jóvenes por lo sucedido durante y después de la Guerra Civil española (1936-1939). Libros, películas y programas de radio ofrecen testimonios de exiliados, de supervivientes. Una exposición de la Fundación Pablo Iglesias, Exilio, lleva material altamente doloroso de gira multitudinaria por España. EPS pide a los lectores que envíen también sus testimonios. Y una de las cartas que aterrizan en la redacción es la de Amadeo. Su título: Ni perdono ni olvido. En ella se identifica como el niño de una fotografía de la que manda copia. Un detalle que ha ocultado durante décadas. Él es, dice, el que señala con una flecha. Los demás son su padre y sus dos hermanos. De aquel grupo ya no queda nadie, asegura el autor de la misiva. Sólo su hermano Antonio habló alguna vez de la triste historia familiar. Hoy, él es el único testigo. Su carta termina: "No creo que nunca, a pesar de los esfuerzos realizados por tantas y tantas personas de bien, se llegue a hacer la más mínima justicia sobre tanto dolor, escarnio y humillación".

EPS habla con Amadeo en Alcalá de Henares (Madrid), donde vive jubilado. Su condición de hombre contenido no le impide emocionarse al relatar su pasado: huérfano, discapacitado físico, un niño marcado por un acontecimiento político desgraciado... Amadeo expone toda la miseria de la España de su infancia y la que luego sufriría con la posguerra. El 12 de enero, EPS se ocupa de aquellos que tuvieron que huir de España. La vida de Amadeo, contada en el artículo Historia de una foto, era una pequeña parte de un monográfico repleto de recuerdos tristísimos, de pérdidas... El editorial del ELPAÍS del día siguiente decía: "Gracias a cuatro décadas de celo sectario del franquismo, la memoria colectiva de los españoles ha integrado las injustificables atrocidades cometidas desde un bando, el de los vencidos. Afortunadamente, nuestra memoria colectiva va haciendo lo equivalente con las también injustificables atrocidades cometidas por los vencedores. La democracia española no puede acomodarse a la convivencia con la injusticia del olvido...".

El libro. Primavera de 2003

La reacción de los lectores al extra sobre el exilio no se hace esperar. Cartas, llamadas telefónicas... Varias personas escriben a la redacción interesándose por este aragonés. Una mujer del sur de Francia, Irene Suñé, insiste en comunicarse con él. Algunas misivas proceden de una localidad francesa llamada Prats de Molló, exactamente el lugar donde Amadeo y su familia fueron a recalar tras atravesar los Pirineos. Así, la presidenta de la asociación Prats Endavant, Marguerite Planell, le escribe: "Pude leer con emoción el artículo en El País Semanal y enterarme de que ignoran el nombre del señor Thomas Coll, que le llevaba de la mano en la foto. Es un habitante de Prats herido en la guerra de 1914 que resultó amputado de una pierna. Era muy gentil y jovial. Sus hijos viven cerca. (...) Esa foto fue sacada al lado de mi casa... En la página 64 del libro que le regalo añado a lápiz rojo el camino que usted siguió, la cruz indica el punto donde se tomó la foto".

El libro al que se refiere Planell, recién publicado, está escrito por un experto en historia de la zona y testigo de aquella época, Jean Claude Pruja. Se titula Primeros campos del exilio español. Prats de Molló, 1939 (editorial Alan Sutton). Y en él se publican fotografías tomadas espontáneamente por algunos vecinos en las que se contemplan improvisados campamentos de refugiados, miles de hombres y mujeres agotados atravesando las calles, niños cargados con enseres, jefes militares a caballo y soldados a pie... Todos derrotados. También se reproduce en la obra de Pruja el retrato de los Gracia. Le envían a Amadeo un ejemplar y en él se oculta, además, otro tesoro: la imagen de una escultura en el municipio catalán de La Vajol. Se trata de dos figuras, un hombre y una niña coja: el padre y la hermana de Amadeo.

En la redacción de EPS, mientras tanto, la afluencia de testimonios es tal, que se decide publicar una segunda hornada de cartas de lectores titulada El exilio contado por ustedes. Y meses después, Cartas desde la cárcel retoma lo sucedido en España durante aquel oscuro periodo del siglo XX.

El sobre de Líster. Junio de 2003

La historia de Amadeo queda ahí, aletargada, entre el goteo de noticias sobre hallazgos aquí y allá de restos de fusilados o desaparecidos de la Guerra Civil. La Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica se afana tras los cuerpos de esos 30.000 españoles que se calculan desaparecidos; tras hijos, primos, abuelos o poetas, como García Lorca.

Un día de junio aparece un sobre en la redacción, despistado entre mil papeles. Procede de Poitiers (Francia). El remitente es Enrique Líster, hijo del coronel del VCuerpo del Ejercito Republicano, el último en salir de España tras la derrota... En su carta agradece la información de EPS sobre la imagen de los Gracia: "Resulta agradable (y al tiempo triste) poderles poner nombre y apellido a los personajes de una foto que has estudiado de cerca, analizado, comentado... Gracias a esa identificación... personajes anónimos y ya lejanos adquieren una segunda vida, transformándose en algo cercano, casi familiar". Habla Líster de cómo en un capítulo de su tesis doctoral (La emigración comunista española, 1939-1950) se ocupó del papel de la prensa francesa durante el éxodo republicano y de cómo le dedicó varias páginas a la foto de los Gracia, que define como "documento histórico", pues para él vale más "que cien discursos y disertaciones sobre un drama colectivo". Y añade: "Durante años (hasta 1999) creí que se trataba de un documento fotográfico". Ahora, dice, ya no lo cree.

"Me explico: en 1999 recuperé una parte de los archivos de mi padre, dispersos por los lugares donde había residido durante los 38 años de exilio (URSS, Francia, Bélgica, Checoslovaquia, Polonia...). En uno de los depósitos en Francia encontré seis cajas que contenían cintas de celuloide... Se trata de un montaje cinematográfico (Levès avant le jour) realizado en 1947-1948 (...). Contiene una corta secuencia donde van avanzando lentamente cinco personajes, entre los cuales -en primer plano- una niña, de 8-9 años, amputada de la pierna izquierda. Efectivamente, la prensa de la época publicó la terrible foto, que era, en realidad, una instantánea de uno de los noticiarios cinematográficos semanales de la época".

Enrique Líster, hijo, mandó copia de la película a EL PAÍS.

La familia en vivo. Otoño de 2003

Una realizadora alemana, Cuini Amelio Ortiz, se interesa por la historia publicada por EPS sobre Amadeo. Acude a España para conocerle y filmar un documental (que se titulará luego Ése, el de la foto, soy yo). En ese momento se celebran algunas exposiciones (Las Brigadas Internacionales, recuperadas) y se preparan otras, muy emotivas, para finales de año (El exilio de los niños, organizada por las fundaciones Pablo Iglesias y Largo Caballero, muy activas en este tema). El material en Internet es cada vez más abundante y los foros ayudan a conectar a gente interesada en no dejar las cosas en el olvido. Un best-seller, Soldados de Salamina, de Javier Cercas, se convierte en película de éxito de la mano de David Trueba, la que representará a España en los Oscar de Hollywood.

En las librerías se agolpan nuevas publicaciones sobre la España de hace seis décadas: La batalla del Ebro, de J. M. Reverte;El Ebro, la batalla decisiva de los cien días, de Alonso Baquer; Una inmensa prisión, de Molinero, Sala, Sobrequés; Las fosas de Franco, de Silva y Macias; Vicente Rojo, el general que humilló a Franco, de Blanco; Juan Negrín, de Miralles...

Y al acabar septiembre, Amadeo se contempla a sí mismo en el vídeo de su casa. Se sienta, curioso, en el sofá del salón acompañado de su mujer, Mari Paz Gallego, y sus dos nietos. El mayor, de siete años, hace las veces de comentarista según se proyectan las imágenes del filme enviado por Líster ("Ésos son los nacionales", "Ése es mi abuelo"...). Amadeo, mientras, mantiene su eterna pose de hombre impasible ("He vivido tantas cosas", dirá). Cuando la secuencia termina ("Mira, mira, ésos, ésos, ahí estamos nosotros", susurra) y es preguntado sobre sus sensaciones al ver en vivo a su familia, sólo dice: "Lo siento". Contiene la respiración. Luego añade: "Nunca hablé mucho, siempre me avergoncé. Porque durante años pensé que si todo eso me pasaba a mí, era porque algo había hecho yo, que yo era culpable".

La escena en la que se ve a la familia Gracia en Levès avant le jour dura apenas unos segundos. Y no parece ser el instante exacto de la famosa imagen. ¿Se trata de un descarte del filme original? ¿Se apostaron aquel día en Prats de Molló más de un cámara y un fotógrafo, o fue uno solo? Según los expertos, la Guerra Civil española fue la primera en ser cubierta por la prensa tal y como se cubren hoy las contiendas: con muchos periodistas y desde muchos frentes (excepciones recientes al margen). En la revista L'Ilustration (que publicó originalmente la foto el 19 de febrero de 1939, página 214) aparecía firmada como "Phot. Safara" y bajo el título Le cheminement pitoyable (El caminante lastimoso). Más tarde aparecerá siempre junto al copyright del archivo gráfico francés Roger Viollet.

La secuencia tomada por el supuesto cámara de la televisión francesa fue usada como documentación en diversos filmes de aquel periodo y se sigue utilizando en otros actuales. Sea como sea, Líster fue el único que relacionó la escena con el personaje real. Gracias a él, Amadeo ha recuperado una pieza de su vida.

El viaje. Noviembre de 2003

Una foto, una película, una escultura y... un viaje. A Amadeo sólo le falta ir allí donde se puede seguir su rastro. EPS le propone regresar al lugar por el que cruzó la frontera. Revivir el episodio más importante de su pasado. Él acepta. Se inician contactos con las personas que le escribieron desde los Pirineos orientales. Y según se acerca el día, crece la evidencia: abundan los datos, existen mil organizaciones y gentes que se han ocupado y se ocupan de recopilar, ordenar, proteger la información de aquel tiempo... Se echa en falta un archivo que lo centralice todo, que le dé cuerpo. A los testigos les quedan los días contados. Aquella generación desaparece.

Así, alrededor de la tragedia de Amadeo ("¿A quién le puede interesar mi historia? Lo mío no es nada comparado con tantas y tantas otras que hubo", dirá) van surgiendo los nombres de personas interesadas, implicadas o afectadas (Marguerite Planell, Irene Suñé, Rosita Pola, Jean Monturiol, Miquel Torner, Jean Claude Pruja, Rosa Mateo...), sus asociaciones (Prats Endavant, Els Amics del Camí del Nord, Els Marxaires Mataró-Canigó, FFREEE, Ancianos Combatientes...) y sus muchas iniciativas. Ahí están las rutas de la "retirada" a través de los Pirineos, el proyecto del museo mundial del exilio, la compra de la maternidad de Elné donde nacieron cientos de hijos de republicanos...

Todos quedan hilvanados a la minúscula historia de Amadeo, oculta durante tantos años y olvidada como tantas otras a las que nadie quiso, pudo o supo dar la importancia debida a su debido tiempo. "A base de olvidos y ensoñaciones, así salió esta mierda de país", escribe el sociólogo Ignacio Sánchez-Cuenca en un artículo de Claves de la Razón Práctica (número 138) sobre el soldado Miralles (el republicano que decide no liquidar al franquista Sánchez Mazas cuando lo encuentra solo en el bosque), el protagonista de Soldados de Salamina.

Unos días en Prats de Molló

El camino hasta Prats de Molló es soberbio. El pueblo, hoy afamado balneario, está abrazado por un valle que atraviesa el río Tech. Amadeo regresa a este lugar del Vallespir seis décadas después de su primera visita. Ahora, igual que entonces, le esperan. Pero todo tiene otro color en esta población de mil habitantes (en 1939 eran 2.700) con casonas al pie del fuerte Lagarde (siglo XIV al XVII) e imponentes montañas. Todos los que le reciben en Le Firal, la plaza mayor, y los que luego se irán sumando de lugares cercanos (Ceret, Elne, Reynés, Argelès... o Mataró) quieren compartir con él sus experiencias. Están marcados, de un modo u otro, por los sucesos del 39. Ninguna zona mantiene un recuerdo tan vivo del exilio español como el sur de Francia. La aparición de Amadeo es una minúscula revolución para este lugar del Rousillon francés. La noticia de la visita aparece incluso publicada en el diario regional L'Independant. Se organizan cenas, mesas redondas, visitas a lugares simbólicos, Coll d'Ares, La Vajol, el punto exacto donde se tomó la foto en 1939...

Durante gran parte del viaje, Amadeo guarda un silencio obstinado, roto sólo por algunas reflexiones en alto: "Por aquí debimos subir, ¡qué frío debimos pasar!". "Todo esto sucedió porque vivíamos en Monzón, si hubiera sido otro pueblo, no me habría pasado". "Nos devolvieron a España y nos encerraron a mi hermana y a mí en un orfanato de Huesca: aquello sí que fue un exilio grande". "Yo habría preferido que me dejaran en Francia. Los que os quedasteis aquí encontrasteis una forma de vivir, pero lo de allí, lo de España, fue tan duro...". "Me gustaría recuperar el cuerpo de mi padre, nunca he sabido dónde está enterrado. Mi hermano dijo un día: 'Padre ha muerto'. Quizá él sí, sí que lo supo. Pero nunca me lo dijo". "Después de morir mi padre, los hermanos no seguimos unidos, su empeño por mantener la familia junta no sirvió de nada. La guerra destrozó mi familia"...

Y casi al tiempo que en España el Partido Popular (en el Gobierno) se niega a participar, tachándolo de "inadecuado" y con "olor a naftalina", en el homenaje a las víctimas del franquismo que se celebra en el Parlamento, a Amadeo Gracia le hacen entrega de un documento del registro del Ayuntamiento de Prats. Se trata de 17 páginas escritas a mano por Thomas Faitg (un octogenario que bien podría presumir de tener veinte años menos. "Es por el buen aire del lugar", asegura) y agrupadas bajo el título Informe de éxodo de la población civil y el ejército republicano español hacia Prats de Molló del 27 de enero de 1939 al 16 de marzo de 1939. Allí se dice:

"La huida de la armada republicana española y de la población civil hacia Francia ha marcado profundamente la vida de Prats de Molló, un hecho histórico sin precedentes, que debemos recoger en el registro de deliberaciones de esta comunidad con el fin de que las próximas generaciones se puedan hacer una idea fiable de las miserias y el hambre que han sufrido un número considerable de hombres, de mujeres y niños, estimados aproximadamente de 90.000 a 100.000 personas que habrían penetrado en Francia por la frontera de Prats de Molló (Coll d'Ares, Coll Pragon, Coll Bizern)".

Desde lo alto del Coll d'Ares, la vista corta la respiración. Hacia el sur se ven los valles españoles; al norte, la mole nevada del Canigó y el Costabonna; en el este, el azul del Mediterráneo; al oeste, más montañas. Miquel Torner, Toni Clos, Jordi Torné y Carles Trinxé, de la asociación Marxaires de Mataró (que despliegan banderas republicanas en la frontera francesa para saludar a Amadeo), explican así la ruta que siguió la familia Gracia en febrero de 1939: "Debieron de llegar a Coll d'Ares desde Camprodón y Molló, único acceso posible por pista y uno de los más transitados con excepción de La Junquera y quizá de algún otro al que se llegaba por carretera. Desde Coll d'Ares siguieron por la antigua pista (hoy carretera, entonces en obras) que iba hasta Prats. Llegaron a Coll de la Guilla, donde cogieron el sendero de Saint Antoine". Este trayecto forma parte de lo que los Marxaires bautizaron en 2002 como "ruta del exilio". Por ella, grabadora en mano, fueron recogiendo testimonios de lugareños, de gente que vivió y sufrió aquel drama. A finales de este mes repetirán la experiencia. Su objetivo es mostrar cómo generaciones posteriores a las de la guerra también intentan recuperar "lo que nos negaron y arrebataron".

Thomas Coll, mutilado de guerra

En un ejemplar de L'Independant del 28 de enero de 1939, que, como tantos otros materiales, se ha encargado de recuperar la incansable Marguerite Planell, se dice: "Poco después del mediodía, los que llegaban anunciaron que 300 niños se encontraban en el Coll d'Ares, dominados por la fatiga, el hambre y el frío...". En este grupo debía estar un crío de apenas cuatro años, apoyado en un bastón, que al llegar a Prats mira de frente a un cámara apostado en el camino. Amadeo escucha repetir éstos y otros detalles de su historia mientras descansa en el bar del único hotel abierto en esta época, L'Relais, frente al pequeño Ayuntamiento en la plaza de la Trinxeria. Mira silencioso a los que se han dado cita para rendirle su homenaje personal y sentido. Marguerite, Irene, Rosita, Jean...

Amadeo sabe por ellos que el que lo sujeta de la mano en la fotografía es Thomas Coll. Que se trata de un vecino de Prats que lo lleva hacia el hospital improvisado en la escuela del pueblo. El hijo de Coll, Jean, aparece también luego en el hotel y se deja retratar feliz junto a Amadeo; le cuenta detalles en un francés cerrado que el aragonés no entiende y luego le enseña la modesta casa paterna en la que, colgada en una pared, aparece de nuevo la famosa imagen de los Gracia. Allí ha estado años. Tampoco Thomas Coll pudo olvidar nunca aquellos días del 39. "Imagina, 100.000 personas, ateridas de frío... Nunca aquí se vivió nada igual", afirma Jean antes de aclarar que su progenitor falleció en 1947. "Murió mal", añade alguien. No quería.

Paisanos como el todavía periodista de L' Independant Roger Coromines, de 79 años, guardan imágenes muy nítidas de lo ocurrido en febrero del 39. Él había cumplido entonces 14 años y andaba ocupado en las tradicionales fiestas de carnaval que nunca se celebraron: "Colas de miles y miles de personas bajaban por la montaña en un estado lamentable. Muchos traían sus caballos, sus ovejas... Primero llegaron civiles; luego, soldados. Desde Camprodón hasta la frontera subían con vehículos, pero como a este lado no había carretera, los tiraban por los barrancos, así ocurrió con camiones, coches, armas... Hay un señor aquí que ha buscado durante años por esas laderas y tiene una colección impresionante de armas, de insignias de uniformes...".

Cuentan otros que los tratantes de oro se agolparon esos días en Prats para hacerse con lo que los refugiados traían y vendían por comida, que se subastaban animales para alimentar a los llegados... Faitg, el jovial autor del escrito del Ayuntamiento, añade otro toque a los testimonios: "Las mujeres españolas eran realmente guapas". Y narra anécdotas de milicianas que no quisieron ser separadas de sus compañeros; mujeres que pasaron por hombres durante mucho tiempo hasta que un golpe de viento traidor puso al descubierto su cabellera... Recuerda lo espeluznante del espectáculo al caer la noche: "Se veían las luces de las hogueras a cientos por los descampados del pueblo... Y vistas de lejos eran... Toda esa gente sin nada...".

El 5 de febrero nevó en Prats. "Es necesario buscar abrigo para estos desgraciados; las clases, las escaleras de servicio de las escuelas, respetadas hasta ese día, se llenaron de racimos humanos, apretujados unos contra otros... es un espectáculo verdaderamente lamentable", escribió Faitg en el registro.

Campos de concentración

Mujeres y niños fueron evacuados con el correr de los días hacia el interior de Francia;hombres y soldados, distribuidos por los campos de concentración de Argelès-sur-Mer, Saint Cyprien, Barcarès, Rivesaltes... Alguien le entrega a Amadeo un libro, editado por J. Carrasco, que destila amargura por lo que muchos denominan "la gran decepción francesa". Se titula La odisea de los republicanos españoles en Francia: "Esto era lo que Francia nos tenía preparado". "Así atendió Francia a los republicanos". "Los que no se alistaban en la Legión Extranjera (la II Guerra Mundial estaba en marcha) o en las brigadas de trabajo eran devueltos a Franco. Hubo unos 200.000 repatriados". Lo cuenta Jean Pierre López, estudioso del tema durante la mesa redonda con ex combatientes republicanos que organiza la Asociación Reynés Patrimonio Cultural.

No hace falta dar detalles. Conocidas son las fotografías de hombres apiñados, mal alimentados, entre alambradas, lavándose en las playas, custodiados por tropas senegalesas, cobijados del invierno en chamizos imposibles. Un mal recuerdo. "Prats de Molló es una excepción en la tónica del mal recibimiento a los españoles de la Francia de entonces", asegura emocionado López. El acto en Reynés, al que han invitado a Amadeo, sirve además para inaugurar una muestra sobre el exilio (en la que, naturalmente, está la imagen de los Gracia) y mostrar una película amateur de 1939 con escenas del reguero interminable de españoles agotados andando por las cunetas francesas.

Y es en Reynés donde Amadeo habla en público por primera vez en su vida. Se levanta y en alto, brevemente, con timidez, cuenta su historia. "Él, que nunca dijo nada a nadie...", susurra entre lágrimas su esposa Mari Paz. Y luego aclara que su emoción no era sólo por Amadeo: "No podía dejar de recordar a mi hijo, que desapareció en accidente hace unos años y siempre le decía: 'Papá, venga, cuéntalo, cuenta tu historia". Ese día, Amadeo Gracia hasta firma autógrafos sobre la imagen familiar fotocopiada. "Una señora me ha dicho que va a enmarcarla", señala divertido.

La escultura de La Vajol

"Para mí, la imagen de la familia Gracia es tan simbólica como la de la niña corriendo por la carretera durante la guerra de Vietnam que todo el mundo ha visto alguna vez", dice Enrique Líster cuando se presenta en La Vajol a conocer a Amadeo tras conducir 750 kilómetros desde Poitiers, donde es profesor universitario en la Facultad de Letras. Ese día, Amadeo se ha desplazado hasta el lugar perdido en el mapa que cobijó al Gobierno de Manuel Azaña y de Companys y donde aún viven republicanos apasionados como Miquel Giralt, de 73 años, que no puede atender a las visitas porque acaba de nacer ¡su primer hijo!

En La Vajol, de apenas cien habitantes, se erigió hace unos años un monumento en honor de los exiliados de 1939. "El único que existe", señalan al unísono Monsieur Fraile y Monsieur Robles. El padre y la hermana de Amadeo están ahí, convertidos en piedra. Tal y como aparecían en la famosa imagen, sirvieron de inspiración para la artista catalana Lola Reyes. La Asociación de Ancianos Combatientes y Víctimas de Guerra de la República Española corrió con los gastos. Era la primera piedra de un gran proyecto: crear el museo mundial del exilio (que finalmente, con apoyo de la Generalitat, parece que se va a construir en La Junquera, Girona). Los veteranos combatientes charlan con Enrique Líster (alguno perteneció a la brigada de su padre) y se concentran alrededor de la escultura reivindicando con pasión la autoría de su iniciativa.

Amadeo observa el monumento y se deja querer, retratar y grabar por fotógrafos y cámaras, por franceses, catalanes o alemanes... "Ni a mi admirada Marlene Dietrich le han hecho tantas fotos como a mí estos días", bromea luego durante la multitudinaria comida.

La tumba de los refugiados

"Yo te vi llegar", le dice a Amadeo a bocajarro una mujer. Se trata de Rosa Roda, de 83 años, casada con Pedro Roda, un refugiado español que se quedó a vivir en Prats. Rosa no acudió a saludar los primeros días. No le parecía que sus recuerdos tuvieran importancia. Pero cuando ya la visita terminaba, se decidió. Cuando Amadeo subió a contemplar la tumba de Thomas Coll y la fosa común de los republicanos muertos allí durante aquel 1939, apareció sigilosamente Rosa en el cementerio. "Yo tenía 18 años y me acuerdo de haber ido a la escuela a prestar ayuda, como todos. Allí descubrí a su hermana. Había muchos niños, sí, pero dos hermanos mutilados juntos, no... Yo le vi". Rosa rescató entre aquella masa humana doliente el drama de la familia Gracia. Igual que le sucedió al fotógrafo de L'Ilustration y al desconocido cámara de televisión. Y es en ese momento, ante el testimonio personal, ante la mirada cercana, nada institucional, de Rosa, cuando la coraza de Amadeo se resquebraja. Todo lo vivido, toda la emoción contenida durante estos días, aflora en sus ojos. Llora.

Y en la hora de las despedidas también llorará Rosita Pola, exiliada, ante la puerta del hotel, mientras promete hurgar en los archivos en busca de los restos del padre de Amadeo, por si fuera posible aún encontrar la última pieza de esta historia... Su imagen desconsolada desaparece con el paisaje, en la lejanía. "He conocido más sobre mi vida en estos cuatro días que en seis décadas", dirá Amadeo en el coche de vuelta.

Amedeo Gracia a su regreso a Prats de Molló (Pirineos) en 2003.
Amedeo Gracia a su regreso a Prats de Molló (Pirineos) en 2003.ALFREDO CÁDIZ
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