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Ernesto Caballero: un todo terreno escénico

Ernesto Caballero es un profesional envuelto por todas las actividades más significativas que un hombre puede desarrollar en el mundo del teatro. Como autor, es uno de los herederos de la primera generación de la Transición, la de José Luis Alonso de Santos, Fermín Cabal, Benet i Jornet y José Sanchis Sinisterra. Los escritores de la generación de Caballero han mantenido una relación constante con estos autores que, de alguna forma, se pueden considerar maestros de muchos de ellos. Pero también habría que concluir que Caballero pertenece a la generación bocadillo del teatro español contemporáneo, donde encontramos nombres como el de él, Ignacio del Moral, Ignacio García May y tantos otros. Por un lado cae sobre ellos el gran peso de dramaturgos brillantes, y en su momento con gran éxito, como los anteriormente citados y de edades superiores a las de ellos. Pero por otro no han podido mostrar toda su valía como dramaturgos porque se han visto alcanzados y sobrepasados por las nuevas y solventes generaciones de autores teatrales entre los cuales encontramos a José Ramón Fernández, Juan Mayorga, Angélica Lidell, Rodrigo García, Borja Ortiz de Gondra y un largo etcétera de profesionales que vienen arrasando.

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Como autor ha trabajado incansablemente desde que en 1983 que escribió Rosaura, el sueño es vida, Mileidi. Tiene en su haber cerca de cincuenta obras teatrales, casi todas estrenadas y no sólo en España, y casi siempre con muy buenas críticas, como lo demuestra el hecho de que en su día recibiera el Premio de la Crítica de Madrid por su obra Auto, o aún más, que un crítico tan riguroso y exigente como el desaparecido Eduardo Haro Tecglen elogiara sin reservas varias obras de Caballero, lo cual no puede decir casi nadie, excepto Valle-Inclán y pocos más.

Su sólida formación teatral la inició poco después de realizar estudios de Letras en la universidad, cuando se decantó por el teatro y estudió en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, donde se tituló en Interpretación y donde tiempo después, cuando el mundo de la pedagogía teatral le interesara sobremanera, ha sido durante muchos años profesor titular de Interpretación en este templo de la enseñanza escénica.

De Caballero se puede decir que es de una generación de escritores que no se acercan al teatro desde la mesa de su casa ni desde el mundo de la literatura. Algo que apenas se ha visto desde los tiempos de la II República, y que tuvo tímidos intentos en el teatro independiente español, con nombres precisamente como los mencionados Cabal, Alonso de Santos o Sanchis Sinisterra. Conoce bien todo el entramado del hecho escénico en sus muy diferentes aspectos y oficios: como actor, como director, como maestro de actores, como productor, como gestor de su propia compañía Teatro El Cruce, sin olvidar que si hace falta sabe poner luces o planificar una escenografía.

Se inició en la dirección de la mano del gran José Estruch, a su vez discípulo de Margarita Xirgu en Uruguay, y desde 1983 ha trabajado en numerosas producciones que se han estrenado en todo tipo de teatros, desde mínimas y humildes salas alternativas hasta los grandes teatros públicos como son el María Guerrero, el Teatro Valle-Inclán, el Teatro Español o el Teatro de la Abadía.

Comenzó creando con un puñado de compañeros de promoción el grupo independiente Producciones marginales, con el que estrenó alguna de sus primeras obras, cosa que ahora hace con Teatro el Cruce grupo con el que ha estrenado numerosas producciones, algunas con gran éxito como es el caso de Auto y La Tortuga de Darwin, montaje estrenado en el Teatro de la Abadía con texto de Juan Mayorga y unas magistrales interpretaciones de Carmen Machi y, en un papel más secundario, de Susana Hernández.

En su trabajo como director hay que subrayar la extensa lista de títulos de autores españoles vivos que ha puesto en escena: textos de Alfonso Plou, Paloma Pedrero, Dulce Chacón, Carmen Rico Godoy, Alfonso Zurro, Juan Mayorga, Ignacio del Moral y José Ramón Fernández han sido llevados a escena de su mano.

Su buen quehacer profesional ha hecho que esté siendo requerido por los teatros públicos y algunos de los mayores éxitos de las últimas temporadas teatrales en Madrid han estado dirigidos por él: El señor Ibrahim y las flores del Corán, de Eric-Enmanuel Schmitt, estrenada en el Centro Dramático Nacional en 2004 y que le ha valido el Premio Max al texto mejor adaptado, Sainetes, de Ramón de la Cruz, estrenado en abril de 2006 por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, La comedia nueva, de Leandro Fernández de Moratín, estrenada en noviembre de 2008 por la misma Compañía Nacional de Teatro Clásico; Presas, de Ignacio del Moral y Verónica Fernández y Las visitas deberían estar prohibidas por el Código Penal, sobre textos de Miguel Mihura, que entusiasmó a crítica y público y se vio en el Centro Dramático Nacional, al igual que La colmena científica o El café de Negrín, de José Ramón Fernández, montaje con el que anoche inauguró el nuevo teatro Juan del Enzina en la ciudad de Salamanca.

Para Fernando Domenech, experto e investigador teatral, el trabajo de Ernesto Caballero como director responde a muchas de las claves que aparecen también en su producción dramática: Una misma predilección por los clásicos antiguos y modernos, Brecht, Lope de Vega, Calderón, Goldoni, Von Kleist... (a menudo en versiones del mismo Caballero), la misma insistencia en la temática social, lo que en otros tiempos se llamaba "compromiso", pero también la misma búsqueda de los límites entre el escenario y la realidad, la indagación en la metateatralidad que puede encontrarse en muchos de sus montajes. El espectador de los Sainetes de Ramón de la Cruz, estrenada por la CNTC, se encontraba al final de la representación con una clausura sorprendente: cae un telón en lo que parece un accidente del falso ensayo que servía de nexo de unión a los sainetes. Al volver a colocarlo se podía apreciar que ha quedado al revés. Y los cómicos comprueban por los agujeros de ese telón remendado que detrás de él hay un público extraño, un público que parece venir de otra época", señala Domenech quien también destaca que un juego similar es el que plantea en La Fiesta de Los Jueces, última obra montada con su compañía y basada en El cántaro roto, de Heinrich Von Kleist, en la que Caballero ha trazado un puente entre dos épocas. "Este juego de tiempos y espacios, entre el pasado y la actualidad, entre la escena y la realidad, es el mismo que aparece en multitud de obras escritas por Ernesto Caballero desde Squash hasta Maniquís. Se trata de una muestra, entre otras muchas, de la identidad entre esos dos personajes, el director y el escritor, que se llaman Ernesto Caballero", concluye Domenech.

En su obra como autor destacan títulos como Squash, Retén, Solo para Paquita, Rezagados, Destino desierto, María Sarmiento, Santiago (de Cuba)... y cierra España, Un busto al cuerpo, Pepe el romano, Te quiero.... muñeca, Tierra de por medio y En la roca. En marzo de 2011 estrenó en el Teatro Español de Madrid, Santo, un curioso y brillante experimento escénico escrito por él, Ignacio del Moral e Ignacio García May que protagonizó Aitana Sánchez-Gijón.

Como director de escena destacan, además de los citados, sus montajes de El amor enamorado de Lope de Vega; Eco y Narciso de Calderón de la Barca; La ciudad, noches y pájaros, de Alfonso Plou; La mirada del hombre oscuro, de Ignacio del Moral; Querido Ramón, sobre textos de Gómez de la Serna; Mirandolina, de Carlo Goldoni; Brecht cumple cien años, sobre textos de Bertold Brecht; El monstruo de los jardines, de Calderón de la Barca; Yo estaba en casa..., de J. L. Lagarce; Las amistades peligrosas, de Christopher Hampton, y He visto dos veces el cometa Halley, sobre Rafael Alberti.

También ha recibido el Premio José Luis Alonso, concedido por la Asociación de Directores de Escena, por su montaje de la obra Eco y Narciso, y el premio de la crítica teatral de Madrid al mejor autor de la temporada por sus obras Auto y Rezagados.

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