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Los amores posibles...o imposibles de 'Mademoiselle Chambon'

Los actores Vincent Lindon y Sandrine Kiberlain se reencuentran en la ficción

Había cierto morbo en Francia por el encuentro cinematográfico entre Vincent Lindon y Sandrine Kiberlain, seis años después de su separación como pareja real. Lo sabían los dos y tomaron sus precauciones. La primera fue comprobar que la intención del director de Mademoiselle Chambon, Stéphane Brizé, al unirles en una película era únicamente artística, alejada del más puro deseo comercial. Una vez convencidos, Vincent Lindon y Sandrine Kiberlain se lanzaron a este desafío, tanto interpretativo como personal. Mademoiselle Chambon, que se estrena hoy en España tras un más que digna carrera en Francia, es un drama romántico que narra la historia del encuentro entre un albañil de un pueblo francés, un hombre de pocas palabras, casado y con un hijo, aparentemente feliz, que conoce a la maestra del colegio, una mujer ilustrada y sensible, que ama la música y que viene de un mundo totalmente distinto al suyo. Apenas sin palabras, con más gestos y expresiones, la historia va poniendo al espectador ante el dilema de los amores posibles o imposibles. "Yo solo creo en los gestos. Lo único que me interesa de una película es cuál es la profesión de mi personaje, cómo me muevo. La psicología del personaje no me interesa, eso se lo dejo al espectador que es el que lo debe de decidir", defiende Vincent Lindon. "Para una actriz, es un verdadero placer poder interpretar los sentimientos sin tener que usar las palabras. En la vida real cuando uno se enamora apenas hay palabras, lo que se vive son sensaciones", asegura Sandrine Kiberlain.

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Una pasión ensimismada

Lindon y Kiberlain hablan excelencias el uno del otro. Eso sí, en habitaciones separadas y en diferentes días. En enero pasado, durante los encuentros por Unifrance en París, los dos intérpretes atendieron a la prensa española para hablar de este filme que les ha unido en la pantalla. "Sandrine es una de las mejores actrices francesas, fue genial trabajar con ella porque la respeto mucho como mujer y como profesional. Yo no tenía el derecho de decirle al director que no quería trabajar con ella", aseguraba Lindon, un hombre abierto que no oculta su carácter irónico. Kiberlain tiene la impresión de que al trabajar junto a Lindon más que actuar uno vive el momento. "Para él, la emoción es lo que prima, puede pasar de un personaje a otro, de un medio social a otro y estar siempre presente en ese momento. Es un actor muy físico, pero al mismo tiempo muy frágil", explicaba la actriz.

El reto fue para los dos. Tenían que olvidarse de su anterior historia personal, que ésta no entrara en la película, no dejarse dominar por la presencia del otro, olvidarse de su relación. Ambos confiesan sus miedos, pero también la facilidad de "dejarse llevar por alguien a quien uno ha querido mucho", como apuntaba Kiberlain. Los dos creen que es un excelente regalo para su hija. "Cuando la pueda ver, comprobará cómo sus padres, a pesar de estar divorciados, se respetan y son capaces de realizar un trabajo juntos", decía Lindon.

Mademoiselle Chambon habla de sentimientos, de la fragilidad de los hombres, de la ilusión de un futuro diferente, también del choque de dos clases sociales diferentes. Del encuentro entre un albañil -Lindon parece que ha puesto ladrillos toda su vida- y una mujer etérea y suave - Kiberlain, que tambien es música, se entrenó tres horas diarias durante un año entero para poder interpretar unas piezas de violín- y de los amores imposibles. La historia recuerda lejanamente a Los puentes de Madison, el filme dirigido por Clint Eastwood e interpretado por él mismo y Meryl Streep. "Lo que a mí me fascina de la vida es el tema de lo que uno lamenta haber hecho o no haber hecho", apunta Vincent Lindon.

Cartel de la película 'Mademoiselle Chambon', de Stèphane Brizé.
Cartel de la película 'Mademoiselle Chambon', de Stèphane Brizé.
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