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Oliver Parker, un director pegado a Oscar Wilde

El realizador estrena 'El retrato de Dorian Gray', su tercera adaptación de una obra del dramaturgo británico más irónico

En algún momento de su vida Oliver Parker (Londres, 1960) fue actor. No muy bueno, pero lo suficiente para descubrir el disfrute que le proporcionaban autores como Oscar Wilde o William Shakespeare. Saltó del escenario al banquillo y se convirtió en director... aunque alguna vez se reserve un pequeño papel, una carrerita por el campo para saborear las viejas sensaciones. En El retrato de Dorian Gray, que estrena hoy viernes en España, Parker no sale en pantalla, aunque el personaje del mentor pudiera haber sido suyo. "Ya, pero sé hasta dónde llego. En esa época me fascinó Wilde, su dureza y a la vez su hipnótica forma de contar historias. Era un creador peligroso, pero que sabía envolver sus tramas en un envoltorio que las hacía atractivas al público. Y aún hoy funciona hasta con la gente joven". Todo esa frescura se ha quedado en el alma de Parker, y aunque debutó como director con Otelo, después llegaron Un marido ideal y La importancia de llamarse Ernesto. También Fundido a negro (un divertimento sobre un curioso episodio de la vida de Orson Welles), y St. Trinian's, una comedia que ha supuesto un taquillazo en el Reino Unido.

Pregunta. La avidez por la eterna juventud de Dorian Gray, ¿demuestra que Oscar Wilde era un visionario o que la sociedad actual ha ido a peor y ha confirmado los peores presagios del escritor?

Respuesta. Las dos cosas son verdad. Wilde fue un pionero, y tal vez no fue muy bien entendido en su época, un poco al estilo Van Gogh. Tiene un aspecto profético en todas sus obras que combina a la vez con que la búsqueda de una belleza perenne es un mito clásico. Puede que incluso hoy la presión sea mayor, casi extrema...

P. Dorian Gray, en un estilo cercano a Fausto, vende su alma al diablo, o al menos la traslada a un cuadro. Usted ha dirigido St. Trinian's, una comedia de adolescentes en un colegio de pago, y prepara la segunda parte. ¿Eso le ha servido para financiarse otros proyectos?

R. [Estalla en risas]. Bueno, bueno, ¡al menos no he vendido mi alma al diablo! Barnaby Thompson, mi socio en la productora, tenía los derechos y fue un disfrute codirigirla con él. De verdad. Es muy interesante buscar el punto adecuado para dirigir ese filme sobre un estrcto colegio para jovencitas, y acertar con el tono de humor británico que necesita una comedia así. Entiendo que es difícilmente exportable, pero en mi país ha funcionado y ya estamos con la segunda parte.

P. Volviendo a Dorian Gray, el protagonista debe ser un actor con fuerza, con carisma. ¿Lo tuvo claro con Ben Barnes?

R. Le vi en Easy virtue y supe que tal y como se movía, al estilo del cantante de una banda de rock, tendría la presencia adecuada. Hizo la prueba y estuvo espléndido. Entró en el personaje así [y chasquea los dedos]. Otra cosa es su fama como príncipe Caspian en Crónicas de Narnia.

P.El personaje de Lord Henry, el mentor que encarna Colin Firth, es un espejo de Dorian Gray, un maduro Gray.

R. Por supuesto, y por la historia sabemos que de joven tuvo un gran poder y fue corrompido por él. Tal vez porque fue perdiendo su belleza está amargado y es desagradable. Hablé mucho con Colin y no llegábamos a conclusiones claras. Para mí es un poco como Yago en Otelo. Es difícil que te diga porqué hace lo que está haciendo... También me recuerda al doctor Frankenstein: busca crear una criatura inmortal. Pensé también mucho en Macbeth, un soldado joven que es visitado por fuerzas espirituales que le anuncian el futuro... Y Lady Macbeth sería el personaje de Colin, que empuja a su protegido a ir a por todas. Shakespeare es siempre muy rico, da muchas pistas y sendas por donde podemos encontrar miles de referencias los creadores posteriores.

P. El Londres victoriano vuelve a estar de moda en el cine.

R. Vivía un momento en que era la capital de un imperio: fíjate en la arquitectura de esa época porque demuestra la ambición que impulsaba a la gente. En aquella ciudad podía ocurrir lo mejor y lo peor. Era gran caldo de cultivo de dramas y comedias, de maravillas y horrores. Es lógico que el cine retorne a él en cuanto puede.

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