_
_
_
_
_
Reportaje:

La última oportunidad de escuchar 'Purple Rain'

Prince advierte de que no volverá a tocar sus éxitos tras su gira 'europea' en Londres

Si hay un artista que puede tocar Honky Tonk Woman y sonar mejor que los Rolling (los sesentones que desafinaron en el Calderón) y encadenarlo con un todavía mejor The long and winding road de los Beatles como ocurrió en su último concierto, no es otro que Prince. Sólo el artista de Minneapolis puede permitirse realizar una gira europea tocando los 21 conciertos en Londres entre agosto y septiembre o amenazar, como acaba de hacer, con no volver a tocar sus grandes hits que se cuentan por decenas.

Si usted es creyente y adora Prince debe arriesgarse a sufrir las demoras de Heathrow, los sucios hoteles y los precios desorbitados de Londres para ver a este genio de 49 años que ha decidido volver a ocupar el sitio que le corresponde, el del músico más brillante de las tres últimas décadas. El Prince de las 21 noches en Londres no tiene la puesta en escena delirante de las giras de los 80 (Nude Tour o Love Sexy). El diminuto artista ya no se desboca en el escenario, ni se desliza hasta el suelo abriéndose de piernas a lo James Brown, ni canta Head con el torso desnudo y una bailarina frente a su cintura simulando una felación. Pero sus conciertos también han dejado de ser esas jam session exhibicionistas con que desesperó a sus incondicionales cuando dejó de llamarse Prince y de tocar sus éxitos, y se empeñó en hacernos partícipes de una pelea con las discográficas que sólo le interesaba a él y a su ex esposa, una tal llamada Mayte, que nos castigaba con sus bailes y sus amigos encima del escenario.

El Prince del Earth Tour que toca en Londres es un artista maduro, rodeado como siempre de excelentes músicos (el saxofonista Maceo Parker o el batería CC Dunham), pero asumiendo por fin que él y sus grandes canciones deben ser los únicos protagonistas. Esa claridad de ideas se refleja desde la sobriedad de la coreografía -sólo las Twin, dos bailarinas caribeñas gemelas de largo pelo y más largas piernas bailan junto a él- hasta en el repertorio, repleto de sus éxitos. Mal hará Prince si cumple su amenaza de que Londres será el último sitio donde los toque. La mejor prueba es que inició su concierto con la canción Planet Earth, la que da título a su último y flojo álbum, y el público apenas se despegó de sus asientos. Pero bastó que encadenara los clásicos 1999, Take me with you, Cream, You got a look y Shhhh, esa balada de otro planeta que apela al silencio, para que el pabellón O2 Arena se pusiera a sus pies.

Con la euforia desatada de 20.000 gargantas gritando su nombre, el genio cambia su vestuario, ordena bajar luces y se pone al órgano. Y desgrana un popurrí que comienza con una melódica versión de Little red Corvette, y sigue por Diamonds & pearls, Beautiful one, Condition of the heart, Do me baby o Sometimes snows in April.

Distribución gratuita

Luego se vuelve a esconder y, deja que la vocalista Shelby J cante un vibrante Crazy, de Gnarls Barkle, el hit parade del momento gracias a las descargas de Internet pese a no haberse editado en CD, prueba de que los tiempos están cambiando. En esa línea alternativa a las discográficas, Prince regala a la entrada del concierto Planet Earth. El Reino Unido está inundado de este álbum puesto que ya distribuyeron en julio tres millones de copias gratuitas a los lectores de The Mail of Sunday. Pero el ganador de seis grammy ha dejado de combatir contra los molinos de viento, y sus conciertos en el O2 Arena (el antiguo Millennium Done a orillas del Támesis) están patrocinados por multinacionales como Nestlé, BMW o la propia compañía de telefonía O2 que llenan de ejecutivos las salas vips y los palcos, y están más preocupados por los canapés que por lo que ocurre en el escenario.

Prince ha dejado atrás su etapa de rebelde confeso. Se ha vuelto a incorporar a la farándula musical y lo mismo interviene en la ceremonia de los Grammy que en la Superbowl. Pero ninguno de sus verdaderos fans está aquí para verle cambiar el mundo (ahora se ha vuelto testigo de Jehová) sino para escuchar joyas como el If I was your girl friend, Kiss o Purple Rain con los que cerró el concierto dejando para el bis final una ortodoxa pero emocionante interpretación de Nothing compares to you. Y se acabó, apenas dos horas de concierto cuyas entradas más baratas y casi agotadas cuestan 31,21 libras (46 euros), en honor a su penúltimo trabajo (3121), mientras que las más cercanas al escenario salen entre 45 y 109 libras.

Al término del concierto, Prince recibe a sus invitados o participa en un after show para unos elegidos. No vendrá a España pese al anuncio en falso de que tocaría en Benidorm, aunque se puede decir que su concierto del sábado tenía sabor español. Y es que el genio de Minneapolis tenía ese día como huéspedes a Penélope Cruz, Javier Bardem, y Jordí Mollá. Si quieren volver a verle toca otra vez este viernes. Si van, pídanle Purple Rain.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_