Cirugía estética para la Esfinge de Giza
Las autoridades egipcias inician unos ambiciosos trabajos de recuperación en el monumento
La célebre Gran Esfinge de Giza, uno de los monumentos más representativos del Egipto faraónico y de más de 4.600 años de antigüedad, va a ser objeto de una restauración completa, según ha informado el Ministerio egipcio de Cultura. Los trabajos, que ya han comenzado, se centrarán en las zonas más delicadas del monumento: el cuello y el pecho.
Además, según informan los medios franceses, un pueblo bretón participará en la renovación y reconstrucción total de la famosa nariz. Este elemento, junto con la barba, ha desaparecido debido al desgaste sufrido con el transcurso del tiempo.
La esfinge, con una altura de 20 metros y una longitud de 57 construidos en un sólo bloque de roca natural, tiene cuerpo de león y cabeza humana. Su rostro aparece cubierto con el nemes -velo regio con un símbolo real sobre la frente- y una barba postiza en el mentón. Se dice que éste representa la efigie del faraón Kefrén, constructor de la segunda pirámide más grande del grupo de Giza.
El ataque de los elementos
Los últimos trabajos de restauración y conservación del monumento, que ya estaba en pie en la Cuarta Dinastía (2650-2500 A.C.) y que en origen estaba policromada, tuvieron lugar en 1996. La enigmática esfinge, situada en la planicie de Giza delante de las tres grandes pirámides de Keops, Kefren y Micerinos y a 20 kilómetros del centro de la capital egipcia, seguirá abierta al público mientras dure la restauración.
Todavía quedan muchas dudas sobre la autoría y el momento en el que fue construida la Esfinge. La leyenda afirma que estaba allí antes de la llegada de los egipcios, otros dicen que fue obra de Keops, pero la teoría más factible apunta a Kefrén, aunque la cara se cree que es la de su hermano Djedefre, al que usurpó el trono.
La Esfinge se ha visto atacada por los elementos desde su construcción, primero por las continuas y regulares crecidas del Nilo a lo largo de los siglos. El viento y los brutales cambios de temperatura entre el día y la noche han ido destruyendo poco a poco el monumento, cebándose sobre todo en la cabeza.