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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Información ansiógena

Los medios belgas aceptaron este domingo la petición policial de no informar y, como desahogo, inundaron las redes con el vídeo de un gatito asustado

Mercè Ibarz

He tenido que buscar la palabra ansiógeno/a en las redes y consultarla con expertos —no está registrada en los diccionarios académicos— para ver si podía titular con ella este artículo. Proviene del léxico médico y terapéutico, significa aquello que produce ansiedad. Se comprende en seguida, aunque las autoridades lingüísticas no la asuman hasta que no tengan más remedio. Me saltó a la vista leyendo en la web de Le Figaro una entrevista con la socióloga de medios Marie Lhérault, a su vez titulada: Atentados: ¿Por qué nos infligimos el traumatismo de la información ansiógena? Se refiere en particular al seguimiento de la información televisiva, a esa forma de duelo, dice la experta, imposible de evitar en circunstancias como las del 13 de noviembre. Duelo, a su vez, que lo que tiene de catarsis colectiva lo tiene también, a través de la difusión de las imágenes y de tantos rumores, de amplificación del traumatismo y sobre todo del miedo.

“Desde el punto de vista del tratamiento de la información”, considera Lhérault, “me parece que ha habido un trabajo de reflexión desde los atentados de enero. Pero hay todavía grandes progresos por hacer: ha habido una falta de pudor, a menudo de parte de periodistas jóvenes sobre el terreno, en la forma de entrevistar a las personas que acababan de vivir o eran testigos del horror. Al mismo tiempo, eso es lo que constituye la libertad de prensa: no se puede impedir que los medios relaten en tiempo real lo que sucede”. Dejo de lado el aspecto relativo a los periodistas jóvenes, que, tal vez, digamos, están haciendo las cosas tal y como sus empresas desean, aquello de “me pagan por esto” que hoy más que antaño puede decir tanto un periodista como un pistolero a sueldo. Unos emolumentos, además, miserables. La información espectacular no es hoy producto exclusivo de la sociedad del espectáculo iniciada en los 60, incluso en los 50, es en todo caso su exasperación, el resultado de cómo puede un periodista joven ganarse —algo, solo algo—la vida.

“Los medios belgas, ¿más responsables o más serviles que los franceses?”

Con todo, tal vez lo más interesante siga siendo qué es hoy la libertad de prensa. Claro, claro, quién lo negaría: no se puede impedir que los medios relaten en tiempo real lo que sucede. Bueno, pues eso es lo que les ha sucedido a los medios belgas. Muts i a la gàbia, decimos en catalán. Chitón. Le Monde publicaba este lunes en su web una crónica de su corresponsal Cécile Ducourtieux en Bruselas: “Los medios belgas justifican su respeto a las consignas de la policía”.

La periodista se pregunta de entrada: “Los medios belgas, ¿más responsables o más serviles que los franceses?”, para a continuación explicar: “Los periodistas bruselenses vivieron, la noche de domingo 22 de noviembre, una experiencia colectiva completamente inédita. Aceptaron no comunicar, o casi, informaciones cuando la policía federal se lo pidió, muy directamente, a fin, les dijo, de no perturbar la vasta operación en curso entonces en Bruselas, en sus suburbios cercanos y en Charleroi para tratar de arrestar a los individuos sospechosos de querer cometer atentados similares a los perpetrados en París el 13 de noviembre”.

El diario de mayor difusión, Le Soir, optó por la transparencia, que no era la de seguir informando en tiempo real sino decir por qué aceptaba una petición que fue doble, del “centro de crisis” policial y del propio primer ministro [Charles Michel], y twiteó: “Amenazas terroristas en Bruselas. Le Soir suspende la difusión de informaciones sobre las operaciones en curso”. Menos aquiescente fue la televisión pública, RTBF, cuyo director, Jean-Pierre Jacqmin, optó por censurar sólo los nombres de las calles concernidas: “Después, las autoridades no nos han hecho ningún reproche. De todas formas, en Bélgica, ¡no se dan órdenes a la prensa!”

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Hay algo todavía, incluso, más extraordinario para el recuerdo de la noche de este domingo en Bélgica: la reacción de tantos de sus periodistas a su propia reacción de no informar, aceptando la petición de la policía. Se metieron a internautas, sobre todo los de la capital, inundando las redes, durante dos horas largas, con fotos y un minivídeo de ¡un gato! Un gatito blanco de ojos muy abiertos, asustados. “Un gran momento de desahogo colectivo”, narra la cronista Ducourtieux, que a continuación escribe: "'Surrealismo a la belga', decretaron de inmediato, en sustancia, los internautas franceses, admirados”. Digámoslo así.

Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF

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