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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El peso del 3%

Las urnas del 27-S dirán si la corrupción pasa factura a CDC como se la ha pasado al PP

Enric Company

Para los socios de Convergència en la lista ómnibus que Artur Mas ha organizado para acompañarse en las elecciones del 27 de septiembre es un sapo de muy difícil digestión que se les recuerde de forma tan aparatosa y espectacular como ayer lo hizo la policía judicial lo de las comisiones del 3% en contrataciones de obras y servicios que en su día, hace más de 10 años, le espetó Pasqual Maragall al propio Mas y a los gobiernos de CiU. Esquerra y los independientes progresistas que se han asociado a Convergència nada tienen que ver con la financiación irregular del partido de Mas, pero ahora están uncidos a su carro y parte del precio a pagarle por llevarles con él es el silencio ante lo que en otras circunstancias habrían podido denunciar. Ahora Junqueras, Romeva y no digamos ya Casals y Forcadell están maniatados.

Los ciudadanos comenzaron a castigar a los partidos responsables de casos de corrupción en las municipales y autonómicas de mayo, dejando atrás la larga etapa de impunidad política de la que hasta entonces se habían beneficiado. Se vio claramente, sobre todo en Valencia y Madrid, y también en muchos otros casos, entre los que cabe citar barcelona y Badalona por su importancia, pero también por lo que representaba para CiU y PP perder esas alcaldías. En realidad había comenzado a verse ya en las elecciones europeas de 2014 y en las autonómicas andaluzas de hace medio año. El carácter emblemático del caso Pujol ha tenido para Convergència el efecto de poner en otra perspectiva y dar mayor relieve a los numerosos asuntos de corrupción económica que a lo largo de sus décadas de gobierno habían salpicado al partido y a algunos de sus más destacados dirigentes, como Lluís Prenafeta, Macià Alavedra o Josep Maria Cullell, por citar los más relevantes. Y ha llegado hasta el extremo de forzar una renovación que persigue dejar atrás al pujolismo entero.

Las urnas dirán el día 27 si la hora del castigo que le llegó al PP en Madrid, Valencia y Baleares, y en parte al PSOE en Andalucía, le llegará también ahora a Convergència. El hecho mismo de que el centro derecha nacionalista se haya dividido y Mas haya sustituido como aliada a Unió Democràtica por Esquerra Republicana complicará tanto las decisiones de muchos votantes como la lectura de los resultados. En estas ya inminentes elecciones está en juego el empuje del nacionalismo catalán, la medición del alcance del desapego provocado en Cataluña por el desastroso desarrollo de la política autonómica en España desde la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 sobre el Estatuto catalán refrendado por la ciudadanía. Pero se medirá también, ineluctablemente, el alcance de la remodelación del sistema catalán de partidos en curso.

La lista de formaciones políticas que se presenta para el 27-S es distinta de las anteriores, inédita. Porque hay nuevas fuerzas y coaliciones y porque las antiguas están experimentando cambios sustanciales. Una de las claves diferenciales del sistema catalán de partidos era la existencia misma de una gran fuerza de centro derecha, CiU, hegemónica en un espacio político que en el resto de España, salvo Euskadi, ocupa el PP en solitario. Ahora CiU ya no existe. En su lugar, Unió aspira a recoger por lo menos parte de su electorado, el que rechaza la opción independentista. Otra de las claves diferenciales era la existencia en Cataluña de un partido independentista y republicano, ERC. Pero, en estas elecciones, este partido ha visto como Convergència le robaba su programa y le obligaba a unírsele y a aceptar una posición subsidiaria en una coalición en principio temporal, pero obligada a proyectarse hacia el futuro inmediato a poco que el resultado electoral lo aconseje. Así pues en estas elecciones no habrá CiU, ni ERC, pero tampoco Iniciativa Verds (ICV), otro de los protagonistas clásicos, sistémicos, por así decir, desde 1977, porque el universo ecosocialista surgido del viejo PSUC ha formado una coalición con otra de las novedades políticas, Podemos, el nuevo partido surgido de las protestas del 15-M contra la vieja política y su supeditación al imperio de las finanzas. Esta alianza se estrenó con éxito en las municipales y logró la alcaldía de Barcelona. Ahora está por ver cuál puede ser su recorrido.

Los cambios en curso en el sistema catalán de partidos no terminan aquí, porque los otros dos, el socialista y el conservador, PSC y PP, sufren un desgaste enorme a causa de los escándalos de corrupción y la competencia combinada de las nuevas formaciones, la de la ya citada Podemos y la de Ciudadanos, un partido con 10 años de vida que comenzó reivindicándose como de centroizquierda pero que ha adoptado el programa económico de la gran patronal y le disputa al PP el espacio electoral del nacionalismo españolista.

Artur Mas quiere que sean un plebiscito, pero estas elecciones mostrarán también otras cosas.

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