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18º BIENAL FLAMENCO SEVILLA

Israel Galván se divierte

El bailaor sevillano presenta una obra en la que reina la distensión

Israel Galván durante un momento del espectáculo 'Fla.co.men'.
Israel Galván durante un momento del espectáculo 'Fla.co.men'.Antonio Acedo

Fla.co.men de Israel Galván. Dirección, coreografía y baile: Israel Galván. Músicos: David Lagos, Tomás de Perrate, Eloísa Cantón, Caracafé, Proyecto Lorca (Juan Jiménez Alba, Antonio Moreno). Dirección artística y coreografía de "sevillanas": Pedro G. Romero. Dirección escénica y coreografía de las "alegrías": Patricia Caballero.

Teatro Lope de Vega. Sevilla. Domingo, 14 de septiembre

La nueva propuesta del artista sevillano anunciaba una intención antológica a través de la música que le ha acompañado en sus obras anteriores, pero sabido es que, viniendo de él, ese revisitar lo ya transitado no va a ser banal ni va a dejar indiferente. Por más que se reconozca la evocación a algunos pasajes de esas obras, se impone la creación, el acto creativo constante que casi tritura lo anterior (la imagen es el zapato blanco de su primer espectáculo) para crear una obra totalmente nueva, quién sabe si una etapa, un discurso renovado y distinto que, a la vez, sigue siendo plenamente galvánico.

A Israel le puede valer cualquier soporte para crear. Nos tiene acostumbrados a verle bailar sobre el silencio, el cante o la huella que deja en el aire. Ahora ha elegido la música, pero no cualquier música ni de cualquier forma. Más allá de que se trate de cante, guitarra, vientos o percusión, la clave reside en cómo esos elementos se integran/desintegran en el discurso y en el permanente juego que su baile mantiene con ellos. El resultado es una obra gozosa y abierta que desborda las expectativas y sorprende a cada instante con un toque lúdico y, por momentos, guasón. El artista está en plenitud expresiva y, como había anunciado, disfruta en escena y lo transmite.

Mostrando una aparente relajación, se para y escucha, reflexiona quizás, para entregarse luego a bailes plenamente flamencos mientras su cuerpo dibuja formas con una geometría de líneas suavizadas, con menos aristas. Su integración en escena, su interacción con los demás músicos se presenta sin fisuras en un discurso que puede aparentar discontinuidad, pero que es perfectamente coherente.

Una de las letras más herméticas del flamenco, la de la soleá de La Serneta (“Fui piedra y perdí mi centro...”) se convierte en leitmotiv de la obra y en una suerte de mantra que va y viene con forma de soleá, de malagueña o de taranto. Los estilos flamencos, en cualquier caso, se insinuan apenas y se rompen casi de inmediato. Se busca la distorsión que aportan los músicos, la percusión subraya con trazo grueso o fino y lo flamenco se enfrenta a la música contemporánea. En breves islas, se condensa un estilo que se baila de una forma siempre distinta. Y vuelta a empezar. La soltura señalada y, hacia el final, la búsqueda del juego y del humor (pasodoble, sevillana...) El artista se divierte. El público también.

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