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Vida y milagros de dos monasterios

Una exposición en Barcelona saca a la luz archivos inéditos de dos centros destruidos en 1714

José Ángel Montañés
Una imagen de la exposción.
Una imagen de la exposción.

Para sentir el efecto y la presión del asedio que sufrió Barcelona durante el asedio de 1714 no hay mejor manera que ver las 14 pesadas balas de piedra maciza, mayores que una bola para jugar a bolos, que recogieron las monjas del convento de Santa Clara entre las ruinas de su edificio. Situado en primera línea de fuego, estas mujeres sufrieron como ningunas los efectos de la Guerra de Sucesión. Tanto, que se vieron obligadas a desenterrar a sus dos santas fundadoras (Agnes y Clara) del claustro y trasladarlas a un lugar más seguro. Al final del conflicto, no quedaba piedra sobre piedra, aunque les hubiera dado igual. En una especie de mala suerte continuada, la ciudadela militar que mandó construir Felipe V para controlar la ciudad, se planificó sobre los edificios y los campos de este centro benedictino construido en el siglo XIII. Entre los objetos que las monjas sí pudieron salvar, aparte de las 14 balas de piedra y algunos capiteles y fustes del claustro, estaba su archivo. Gracias a este "milagro" podemos ver ahora la exposición Monasterios urbanos en tiempos de guerra. Sant Pere de les Puel·les y Santa Clara de Barcelona 1691-1718, en la capilla de Santa Àgata del Museo de Historia de Barcelona (MUHBA). Dentro de los actos del Tricentenari explica, a partir de cartas, libros de registro e ilustraciones, casi todos inéditos, la microhistoria de estos dos monasterios femeninos antes, durante y después de la guerra de Sucesión. Las comisarias de la muestra Irene Brugués y Coloma Boada han investigado y ordenado por primera vez estos fondos desde 2012. "Hemos encontrado documentación inesperada. Son fondos que nunca han estado consultados y que ofrecen una visión inédita", explica Brugués.

No todo fueron malos tiempos. Sant Pere de les Puel·les, bajo la regla de Sant Benet, fundado en el siglo X, fue el primer convento femenino del condado de Barcelona y el segundo de todos los condados catalanes, tras el de Sant Joan de les Abadeses. Tres siglos más tarde, se puso la primera piedra del de Santa Clara, los dos estaban situados junto a las murallas, cerca de la playa y del puerto, en el dinámico barrio de la Ribera. Con los años se convirtieron en dos centros de gran actividad productiva y mercantil. La actividad de las dos iglesias acumuló patrimonios importantes, a través de censos y alquileres de casas y tiendas, hornos, huertos y molinos que generaron grandes beneficios y un buen número de puestos de trabajo que, a su vez, generó un gran volumen de documentación.

Las monjas que ingresaban en uno y otro procedían de las familias de la pequeña nobleza como los Copons, Sentmenat, Despujol, Sants o Montoliu. En uno de los planos expuestos del convento de Santa Clara se ve como estas mujeres, pese a ser monjas de clausura, disponían de casa propia alrededor del claustro donde hacían vida particular con sus sirvientas, algo que no era contrario a la orden. Dentro del convento convivían los dos bandos enfrentados en el siglo XVIII. La mayoría eran de familias austracistas, pese a que también había partidarias del rey Borbón, como las hermanas Teresa y Francesca Sentmenat, cuyos hermanos fueron destacados militares de Felipe V, pero los documentos no hablan de conflictos entre las monjas por esto.

Los cambios en la estrategia de la guerra hizo que todo se alterara. Barcelona construyó dos baluartes para protegerse de levante, delante de los dos monasterios, ocupando parte de sus edificios y campos que le daban riqueza. La historia oficial y miliar es conocida. La que vivieron estas monjas empieza a serlo con exposiciones como la del Muhba (hasta el día 14). Muchas de las religiosas se marcharon a otros lugares o a casas de sus parientes. En Santa Clara, tras ver la excavación de trincheras alrededor del baluarte la madre superiora ordenó que se retiraran todos los objetos de culto y el retablo del altar mayor; luego mandó desenterrar a las propias santas.

Tras la guerra ya nada fue igual. Las comunidades perdieron las rentas generadas por los inmuebles, sobre todo por las más de mil casas de la Ribera que se derrumbaron para construir la ciudadela militar. En el caso de Santa Clara incluso se perdió el monasterio totalmente, obligando a las monjas a pedir un nuevo lugar para el culto.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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