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crítica | teatro

El espectro de la movida

'La ceremonia de la confusión' ofrece una retrospectiva de aquella época a través de los integrantes de un grupo musical

Javier Vallejo

La movida madrileña, vista con curiosidad y fascinación, pero con la misma distancia con la que la generación de la movida veía a los jipis. En La ceremonia de la confusión,María Velasco, autora de 28 años, ofrece una retrospectiva de aquella época a través de los integrantes de un grupo musical, reunidos 30 años después en un tanatorio, ante su exlíder, recién fallecido. En ese marco fúnebre, metáfora de que de todo aquello quedó apenas la persistente nostalgia de alguno de sus protagonistas, Velasco enfrenta dialécticamente a Olga, exicono pop inasequible al desaliento; Fabio, devenido padre de familia; Roberta, transexual, y Pau, novio del difunto, que anda por la edad de la autora.

En el texto, el pasaje poético de largo aliento se entrevera con el apunte documental, el flash musical y el drama, en un equilibrio inestable de materiales que la dirección de Jesús Cracio decanta hacia lo dramático, quizá porque resulte difícil sustentar una puesta en escena de otro tipo sin un diseño más elaborado de luz, espacio e imagen: para sus montajes producidos dentro del programa Escritos en la escena, el Centro Dramático Nacional no ha contratado escenógrafo, iluminador ni figurinista, cosa que procede corregir para la temporada próxima. La plástica no puede dejarse de lado. La idea de Escritos en la escena es crear obras en el roce entre actores, director y autor, en lugar de partir de un libreto: en este caso, según se aclaró en un coloquio tras la función, no ha sucedido así (por razones que no cabe aquí exponer), lo que contradice frontalmente el espíritu de teatro de laboratorio que anima la idea inicial.

El texto de La ceremonia de la confusión tiene el lirismo que caracteriza a esta pujante joven autora, que no ha escapado a la tentación de insertar citas sobradamente conocidas: las dos referencias al alcalde Tierno Galván son su manida frase: “El que no esté colocao, que se coloque”, y su citadísima foto junto a Susana Estrada, con una teta al aire.

LA CEREMONIA DE LA CONFUSIÓN

Autora: María Velasco. Dirección: Jesús Cracio. Teatro Valle-Inclán, hasta el 24 de marzo.

Cuanto más se glosa la liberalidad y el ímpetu de la movida (prendió por combustión espontánea, pero la municipalidad la aventó a pleno fuelle), más echo en falta que se señale cuán distraídos nos mantuvo de lo que se estaba cociendo políticamente: la generalización de los contratos temporales con la reforma laboral de 1984, la ley Boyer de alquileres de 1985, aventadora de la gran burbuja inmobiliaria de 1986-1990; la congelación de las ampliaciones de la red de Metro, que facilitó al PP la llegada al poder regional y local…

Los actores hacen un trabajo de calidad todos, no siempre fiel al espíritu de la escritura: caben destacar las versiones de Groenlandia y de ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, que Richard Collins-Moore lleva a un lugar insospechado, y la verosimilitud labrada al detalle con que Miquel Insua encarna al transexual.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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